El televisor llevaba cuatro días apagado, exactamente el mismo tiempo que llevaba encendida la lámpara de la mesilla. La nevera había quedado mal cerrada y se había formado un pequeño charco con el agua que goteaba de la puerta. En el salón estaba él, sentado en el sillón, mirando aquella carta color sepia con la misma cara que tenía cuando la abrió cuatro días atrás.
"Ve al médico, al fin y al cabo no pierdes nada" ¿Porqué demonios le había hecho caso? ¿Y qué se suponía que tenía que hacer ahora? ¿Qué había de sus planes, de su forma de vida? ¿Acaso se suponía que tenía que renunciar a todo? No era justo, ahora ya no.
Se levantó y sintió los codos y las rodillas doloridas, probablemente de estar tanto tiempo inmóvil, pensó. Apagó la lámpara de la mesilla, fue a la cocina, cerró bien la nevera sin darse cuenta del charco del suelo, y leyó una vez más aquellas líneas. Al terminar sacó el cubo de la basura e hizo pedacitos la carta de la clínica tomándose su tiempo. Al fin y al cabo ahora que, al parecer, estaba completamente sano, tenía todo el del mundo.
4 comentarios:
Si el anuncio hubiese sido que le quedaban 6 meses de vida hubiera aprobechado cada segundo... a veces es lo que nos pasa, que la vida bajo presión se nos hace más fácil.
Tan original como siempre.
Esta claro que lo mejor para dar sentido a esto que llamamos vida es tener un objetivo claro y a corto plazo, aunque sea el último.
Vamos, que estamos todos de acuerdo con el mítico Cape Diem. Lástima que no sea tan sencillo ponerlo en práctica.
Gracias Lúcida y Orris, un placer teneros, como siempre.
De todas las formas uno ya no sabe que hacer. No.
Me (desde el exilio)
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