07 mayo 2009

Adios: Intento nº 65

7 de mayo

Este no va a ser un mero intento de dejarte como fueron los 64 anteriores, porque esta vez al fin he logrado reunir las fuerzas suficientes para dejarte.

Hemos sido felices, y mucho, pero de un tiempo a esta parte me he dado cuenta de que algo está fallando, y es que llevo cuatro años viviendo tu vida, siendo feliz simplemente porque tú lo eres y haciendo solo lo que tú me pides. Es oír tu voz y este montón de huesos y carne se transforma en una especie de muñeco de plastilina sin alma ni conciencia al que lo mismo le da ir que venir. Es como si las yemas de tus dedos, cada poro de tu piel, escondieran algún tipo de imán del que me es imposible escapar. Y no creo que eso sea sano.

Jamás olvidaré aquellos cuatro días de acampada en pleno mes de agosto. No me malinterpretes, lo pasé bien, pero porque veía cuánto te gustaba a ti todo aquello. Si yo hubiera podido elegir habría cambiado las cuestas y las pozas con agua helada por una playa y un chiringuito. Me agobia muchísimo verme rodeada de gente, supongo que el ser bajita tiene mucho que ver, y aún así, ahí me tienes cada dos por tres en primera fila de cualquier concierto multitudinario que se precie con una sonrisa de oreja a oreja. No es que sea un sufrimiento, pero si no fuera porque te tengo allí conmigo puedes estar seguro de que jamás me metería en semejante marabunta de forma voluntaria.

Hace unos meses me dio un ataque de risa de lo más absurdo en la peluquería al verme con la cabeza llena de papel de plata y una pasta entre marrón y violeta. No fue por la pinta que tenía, no, sino porque de pronto me di cuenta de que siempre he sido rubia, hasta hace cuatro años, que casualmente me volví pelirroja. Ese mismo día empecé este extraño ritual de escribir cartas de despedida que voy amontonando en el cajón porque siempre acabo perdiendo las fuerzas y arrepintiéndome.

Pero hoy no. Esta mañana he salido corriendo del trabajo y he ido al mercado a comprar judías verdes porque sé que te encantan y he pensado que te haría ilusión llegar a casa y encontrar tu plato preferido en la mesa. Una tontería, ya ves. Pero cuando estaba haciendo fila me he dado cuenta de que por ti se me había olvidado el asco que me da el olor del mercado y, de paso, me había olvidado también lo poco que me gustan las judías verdes. Con un plato de verdura gigante tatuado en la mente he venido a casa y he empezado esta carta.

Te quiero, por favor, no olvides eso, pero necesito vivir mi vida una temporada. Ir donde yo quiera cuando quiera, comer lo que me pida el cuerpo, teñirme o quedarme como estoy porque es lo que me apetece, e incluso echarte de menos como una loca. Necesito alejarme de ese poder analgésico que tienes sobre mí, de esos ojos que me hipnotizan incluso cuando no me miran, de esa voz que somete sin necesidad de decir una sola palabra. ¿Ves? Sólo con pensar en ti y en que no voy a verte un tiempo ya me empieza a temblar el pulso y me sudan las manos. Es como si mi cuerpo se rebelara contra mí para que no pueda acabar esta carta. Si no soy capaz de escribir una despedida no podré irme.

Ya son las cuatro. Tengo que terminar antes de que vuelvas, y tengo que irme rápido para no cruzarme contigo. Hoy vendrás tan contento porque esta noche vamos a cenar a ese sitio que tanto te gusta y que a mí no me dice nada de nada. Te pedirás ese vino tinto que hace que te entre la risa floja antes de empezar la segunda copa. Y después de la tercera copa me darás la mano por debajo de la mesa y me mirarás de reojo con tu sonrisa de niño malo. Y yo y mi cuerpo de plastilina sin alma ni conciencia nos derretiremos como el hielo con una sonrisa de adolescente enamorada.


Creo que voy a elegir qué me pongo esta noche para salir a cenar. Puede que la semana que viene tenga más fuerzas y consiga acabar la carta 66.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Hacía tiempo que no leía algo tan tierno y tan duro a la vez, que creo esconde muchas cosas y disfraza la verdadera intención del texto. Realmente bueno.Todos podríamos vernos reflejados en estas lineas.

Anónimo dijo...

Una carta realmente dura para la persona que la escribe, y si un día llegara a leerla, seguro que también. Ambos viven engañados.

johnny 99 dijo...

Bendita ignorancia y cruda realidad!!!
Prefiero que me dejen sin cartas, prefiero un portazo, un hijputa y un hasta nunca.
Si.

Me

Capri c'est fini dijo...

Y se fue... y a los dos días ya estaba pensando en él, en como se las apañaría sin ella, en si estaba muy enfadado o no y entonces se dedicó a pasear por la zona donde trabajaba para hacerse la encontradiza, con una buena excusa para justificar que estaba por allí...

Un abrazo.

orris dijo...

Pues a mi me gustan las judias verdes y el pelo te queda mejor así.

English Little Pills dijo...

Anónimo, pues si, supongo que todos pasamos por algo parecido, aunque espero que no de forma tan enfermiza.

Lúcida, si es que las relaciones siempre son complicadas. Y cuando no lo son nos las complicamos nosotro solitos....

Johnny, creo que estoy contigo ¡bendita ignorancia!!!

Orris, no sabría que decirte... Bueno sí, ¡que yo no soporto la judias verdeeesss!!!! jejejeje

Adrián Mariscal dijo...

Eres EXCELENTE!

Me encantò y no hay màs palabras que me has dejado sin ellas.

Desde el tìtulo hasta el punto final, aquì hay arte.