Me encanta su sonrisa, porque es sincera, cálida y porque, por pequeña que sea, saca a relucir molares, premolares, caninos e incisivos. Pero lo que realmente me encandila es su risa. Es de esas personas que ríe desde dentro, desde las tripas; ríe con la boca, los ojos, las manos, el estómago y hasta los pies si hace falta.
Como con casi todo lo que tiene que ver con ella, las medias tintas y la moderación no valen a la hora de reír. Sus enormes ojos color miel se hacen diminutos pero más brillantes si cabe de lo que ya son, las carcajadas surgen sonoras y poderosas, su cara se ilumina por completo e incluso se sonroja,... un auténtico placer para los sentidos.
Me doy cuenta de que aún tendrá que pasar algún tiempo antes de que esas carcajadas locas y descontroladas suyas vuelvan a alegrarnos la vida como antes, pero sé que tarde o temprano llegarán, y pienso estar en primera fila para no perderme ni una.
4 comentarios:
Haces bien y este escrito te quedó realmente muy chulo, no hay mejor contemplación que la felicidad en el rostro deseado, no te parece?
Hola Ana,
Antes de nada, bienvenida al blog y gracias por el comentario. Acabo de pasarme a ver tus "escritos" y prometo que volveré a menudo.
Tú estas invitada a volver siempre que quieras.
Vaya, lo que es una risa sanota.
Bye
Gracias, Suel, por tu visita a mi Puerta falsa. Celebro que te haya gustado. En cuanto disponga de tiempo, recorreré tu blog con parsimonia. Un saludo cordial.
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