12 enero 2007

Risas y carcajadas

Todo ha sido muy rápido. Estaba esperando para cruzar, como todas las mañanas. He aprovechado para encenderme un cigarrillo y entonces ha parado el autobús, justo delante de mí. Iba vacío. "Normal a las cinco y cuarto de la mañana" he pensado, y entonces les he visto. Eran dos niños de unos seis años sentados al fondo del autobús. Iban muy repeinados y bien vestidos. Se reían entre dientes de algo que sostenían entre sus manos.

Se me ha dibujado una sonrisa en la cara y he dado una calada justo antes de darme cuenta que era demasiado temprano para que dos niños tan pequeños fueran solos en un autobús que tan sólo tiene paradas en los polígonos industriales de las afueras. Entonces he vuelto a fijarme en los ellos. Ya no estaban sentados al fondo ni estaban sonriendo, ni siquiera creo que fueran niños. Estaban justo delante de mí con las caras pegadas al cristal mirándome fijamente, con unos ojos que no parecían humanos, con un gesto de odio que me ha llegado a los huesos, y esos dedos, esas uñas...




De forma involuntaria he dado un salto hacia atrás y supongo que he debido pestañear. No sé muy bien qué ha sucedido, pero de pronto ya no estaban mirándome, sino que caminaban hacia el asiento del conductor riendo a carcajadas. Las risas se oían desde donde yo estaba, pero el conductor no se ha movido. Ha arrancado al ver el semáforo verde y ha seguido su camino. Al cabo de unos metros me ha parecido que daba un pequeño tumbo hacia la derecha, pero acto seguido ha continuado en línea recta con el resto del tráfico.

Llevo desde esta mañana oyendo esas risas en mi cabeza. Es un sonido frío y estridente que no me ha dejado hacer nada en todo el día. A media mañana he tenido que volver a casa. Apenas he podido comer algo, y lo poco que he conseguido tragar lo he vomitado poco después. Me he quedado dormido en el sofá, pero me he despertado apenas cinco minutos después al recordar algo. Hoy no ha sido la primera vez que he visto esas "criaturas". Hace unos meses me pareció ver dos niños sentados en el arcén de la autopista cuando volvía a casa, pero eran las once y media de la noche y estaba en mitad de la nada. Pensé que había sido mi imaginación, pero eran ellos, estoy seguro. Me miraron igual que esta mañana.

Desde el momento en que he recordado esa visión las risas han dejado de sonar en mi cabeza. Ahora suenan en el rellano de casa. Querría asomarme a la mirilla para comprobar si realmente están ahí, pero no me atrevo a salir de detrás de este sillón. Hace una hora apenas si se oía un leve susurro, pero luego han surgido las risas y desde hace unos quince minutos las carcajadas.


¿Porqué no baja nadie a ayudarme? ¿Porqué nadie les oye?
¡Quiero que dejen de reírse! ¡Quiero que se vayan!
¡No quiero que golpeen la puerta!
¡Están golpeando la puerta!