Señoras y señores, hoy he sufrido mi primer atropello chispas y puedo decir que he sobrevivido para contarlo.
Yo suelo montar en bici muy a menudo, unas tres o cuatro veces al año, y mira por donde, hoy era uno de esos días. Iba tan feliz por la acera cuando un coche gris metalizado ha salido de la nada, yo he volado unos segundos y finalmente he aterrizado en el suelo. Acto seguido dos policías me han levantado en volandas (debían ser la primera hornada de policías del Precrimen tipo Minority Report o no me explico la velocidad a la que han aparecido) y me han hecho un examen de pies a cabeza en cuestión de segundos.
Unos cuantos golpes y un susto mortal, ese ha sido el balance final del accidente. ¿Milagro? Pues no, una que, por lo visto, lleva un Beatrix Kiddo dentro (y que conste que no lo digo yo, sino los policías del futuro que me han socorrido). Mientras en mi cabeza mi versión del accidente era la de un cuerpo lacio y descompuesto volando descontrolado de la bici al parachoques del coche, y de ahí al suelo, según los agentes de la ley la realidad ha sido muy diferente.
Por lo visto, en un alarde de sangre fría y reflejos milimétricos, justo antes del impacto he arrojado la bici hacia mi derecha para salvarla del impacto (es que es de esas de alquiler y se ve que mi subconsciente no quería arriesgarse a tener que pagar una multa por desperfectos en los tiempos que corren) mientras que yo misma me he lanzado a mí misma hacia la izquierda, directamente sobre el capó del coche, minimizando casi por completo el golpe.
Lástima que después de tal proeza me haya relajado, lo que ha supuesto caer a peso mierda desde el coche al suelo y ahora esté en la oficina con la pierna en alto y el pedal de la bici tatuado en granate obispo a la altura de la espinilla.
Imagen Manuel Arribas - http://www.manuelarribas.blogspot.com