11 febrero 2009

Los bicivoladores

Señoras y señores, hoy he sufrido mi primer atropello chispas y puedo decir que he sobrevivido para contarlo.

Yo suelo montar en bici muy a menudo, unas tres o cuatro veces al año, y mira por donde, hoy era uno de esos días. Iba tan feliz por la acera cuando un coche gris metalizado ha salido de la nada, yo he volado unos segundos y finalmente he aterrizado en el suelo. Acto seguido dos policías me han levantado en volandas (debían ser la primera hornada de policías del Precrimen tipo Minority Report o no me explico la velocidad a la que han aparecido) y me han hecho un examen de pies a cabeza en cuestión de segundos.

Unos cuantos golpes y un susto mortal, ese ha sido el balance final del accidente. ¿Milagro? Pues no, una que, por lo visto, lleva un Beatrix Kiddo dentro (y que conste que no lo digo yo, sino los policías del futuro que me han socorrido). Mientras en mi cabeza mi versión del accidente era la de un cuerpo lacio y descompuesto volando descontrolado de la bici al parachoques del coche, y de ahí al suelo, según los agentes de la ley la realidad ha sido muy diferente.

Por lo visto, en un alarde de sangre fría y reflejos milimétricos, justo antes del impacto he arrojado la bici hacia mi derecha para salvarla del impacto (es que es de esas de alquiler y se ve que mi subconsciente no quería arriesgarse a tener que pagar una multa por desperfectos en los tiempos que corren) mientras que yo misma me he lanzado a mí misma hacia la izquierda, directamente sobre el capó del coche, minimizando casi por completo el golpe.


Lástima que después de tal proeza me haya relajado, lo que ha supuesto caer a peso mierda desde el coche al suelo y ahora esté en la oficina con la pierna en alto y el pedal de la bici tatuado en granate obispo a la altura de la espinilla.

Imagen Manuel Arribas - http://www.manuelarribas.blogspot.com

03 febrero 2009

Pegas de hacer planes a corto plazo

El televisor llevaba cuatro días apagado, exactamente el mismo tiempo que llevaba encendida la lámpara de la mesilla. La nevera había quedado mal cerrada y se había formado un pequeño charco con el agua que goteaba de la puerta. En el salón estaba él, sentado en el sillón, mirando aquella carta color sepia con la misma cara que tenía cuando la abrió cuatro días atrás.

"Ve al médico, al fin y al cabo no pierdes nada" ¿Porqué demonios le había hecho caso? ¿Y qué se suponía que tenía que hacer ahora? ¿Qué había de sus planes, de su forma de vida? ¿Acaso se suponía que tenía que renunciar a todo? No era justo, ahora ya no.

Se levantó y sintió los codos y las rodillas doloridas, probablemente de estar tanto tiempo inmóvil, pensó. Apagó la lámpara de la mesilla, fue a la cocina, cerró bien la nevera sin darse cuenta del charco del suelo, y leyó una vez más aquellas líneas. Al terminar sacó el cubo de la basura e hizo pedacitos la carta de la clínica tomándose su tiempo. Al fin y al cabo ahora que, al parecer, estaba completamente sano, tenía todo el del mundo.