23 junio 2008

La culpa de todo la tiene Casillas

- Agencia de viajes, ¿dígame?
- Buenos días, le llamo porque estoy muy preocupada por si mi hijo, que está en un viaje organizado por ustedes, corre algún peligro.
- Eh... perdone pero no se muy bien a qué se refiere.
- Hombre, a qué me voy a referir, pues a que están de viaje por Italia y claro, después del partido de anoche a ver si les va a dar una paliza o algo.
- Verá señora, entiendo su preocupación (¿? algo hay que decir), pero no creo que ni su hijo ni ningún otro miembro del grupo corra ningún peligro. De todas formas, si se queda usted más tranquila hablaré con nuestro guía para que preste más atención aún que de costumbre (evidentemente en ningún momento he tenido la intención de avisar a nadie para que esté atento y evite a los italianos con pinta de futboleros radicales).

- Agencia de viajes, ¿dígame?
- Buenos días, mire que mi hija se va mañana de viaje a Italia con ustedes y estoy preocupada, a ver si les van a dar una paliza nada más bajar del autobús.
- Lo dice usted por lo del fútbol ¿no? (pregunta tonta, pero necesito unos segundos para coger aire y relajarme)
- Pues claro.
- Verá ya hemos hablado con todos nuestros guías para que estén atentos por si ven jaleo (estoy desarrollando grandes habilidades para mentir sobre la marcha con una convicción abrumadora), pero en cualquier caso ninguno de los grupos que tenemos allí ha tenido ningún problema, así que no veo porqué iban a tenerlo mañana.

- Agencia de viajes, ¿dígame?
- Mire que mi hijo se va mañana a Italia y estoy preocupada por esto del fútbol, a ver si van a tener algún problema y acaban a puñetazos por ahí y tenemos un disgusto.
- (Pues le dice usted a su hijo que no se emborrache como un piojo, que no se dé de puñetazos con nadie y que si ve que hay jaleo que salga por patas y evite enfrentamientos). No se preocupe que no va a haber ningún problema. Los guías están avisados y la cosa esta noche ha estado muy tranquila.
- De todas formas deme su teléfono móvil para que le llame a preguntar como va el viaje.
- ¿Perdón?
- Hombre es que estas cosas siempre pasan por la noche y a la oficina no la voy a llamar a las doce de la noche ¿no?
- (Ni a la oficina ni a ningún sitio señora, que no soy el ángel de guarda de su criatura) Disculpe pero yo solo trabajo en el horario de oficina como usted bien dice. Fuera de ese horario puede usted llamar directamente a los hoteles, a los profesores acompañantes o mejor aún al móvil de su hijo.


Diez días y los futuros adultos de España estarán de vuelta sanos y salvos en casa con sus mamaitas y yo podré volver por fin a las conversaciones normales con gente normal (bueno, salvo algunas excepciones como las mencionadas hace unos días)

12 junio 2008

Principe suplente

Desde pequeña las historias de príncipes azules y amores eternos la habían acompañado hasta la cama. Los años habían pasado y ningún príncipe azul ni ningún amor eterno se había dignado a aparecer. Pero no estaba dispuesta a quedarse esperando encerrada en casa, no señor, lo la habían educado para quedarse en un rincón viendo la vida pasar. Por eso una mañana salió de casa con su hucha debajo del brazo. Cuando encontró la tienda que buscaba estampó el cerdito de porcelana contra el suelo y ordenó que le dieran tantos sapos como sus ahorros pudieran pagar. Satisfecha regresó a casa y lo dispuso todo tal y como lo había planeado. Guardó los sapos en la bañera del baño de la planta baja con agua bien fresquita y en la repisa del lavabo dejó preparado el bote de moscas que les servirían de alimento. Tras mucho pensarlo decidió que besaría un sapo cada día, no más, y lo haría al atardecer, para que su encuentro fuera lo más romántico posible.

Los cuatro primeros días no hubo reacción alguna por parte de los sapos besados. Daba igual que los besara con los ojos abiertos o cerrados, que fuera un beso rápido o lento, los animales seguían mirándola con cara de enfado y, en el mejor de los casos, croaban de forma contundente. El quinto día, un tanto desesperada, besó al sapo más con pasión que a sus antecesores. Tal vez por eso, o tal vez porque ya estaba más cerca de lograr su objetivo, algo sucedió en cuanto separó sus labios del animal. Como por arte de magia se sintió transportada a un mundo fantástico en el que cualquier cosa era posible. Todos los objetos tenían el color mismo de la felicidad, resplandecían con luz propia y bailaban rompiendo cualquier ley física conocida. Aquel sapo fue a parar al lavabo del primer piso en lugar de reunirse con sus compañeros en el lago del parque.


Durante semanas la pobre siguió besando sapos sin éxito alguno. Cuando la primera tanda se le terminó volvió a la tienda con los ahorros que tenía en la caja de galletas de latón y compró más y más y más, pero el príncipe azul se resistía a aparecer. Cada tarde sin excepción besaba un animal, se lavaba los dientes y lo llevaba al parque, donde la concentración de sapos llegó casi a alcanzar la categoría de plaga bíblica.


Está claro que no habría podido soportar semejante racha de decepciones si no llega a ser por el apoyo que encontró en el sapo suplente del lavabo del piso de arriba, al que pronto decidió reservar de forma exclusiva y especial la noche de los viernes.

04 junio 2008

Humo

La habitación estaba repleta de estanterías, mesas y mesillas, todas ellas repletas a su vez de pañuelos, figuritas, y muchas, muchas varillas de incienso. La bruja abrió sus manos y dejó que los huesecillos se esparcieran por el tapete. Miró de reojo a la joven para ver su cara de aprensión al escuchar aquel desagradable tintineo.
- Mmmmm. Aquí veo algo raro, dudas, y las dudas nunca son buenas querida. ¿Tienes pareja?
- Sí, pero eso no me preocupa, es por el trabajo por.....
- Pues debería preocuparte querida, ya lo creo que debería. ¿Estás casada?
- No, de momento no hemos pensado en eso porque yo no tengo trabajo y por eso...
- Mejor, mucho mejor.
La cosa funcionaba. Estaba terriblemente débil porque hacía ya una semana que tenía la consulta vacía, pero aquella pobre desgraciada iba a compensar tantas horas de ayuno. Se dispuso a disfrutar del festín.

- ¿Es que ve algo de mi novio ahí aunque no haya preguntado por él?
- Verás, normalmente me concentro para no ver más allá de lo que me preguntan. Pero a veces, sólo a veces, las señales son tan claras que no puedo evitarlas. De todas formas si quieres podemos centrarnos en aquello que tú prefieras y olvidarnos de lo demás.
Había puesto su mano sobre la de la joven como si quisiera mostrarse cercana y comprensiva, pero lo único que quería era sentir como empezaba a temblar, cómo los nervios habían comenzado a escalar de los pies a la cabeza.

- Bueno no sé, si usted cree que es importante tal vez debería decírmelo. Si Miguel necesita ayuda, está en apuros o algo así, tal vez es mejor que lo sepa.
- Por supuesto cielo, pero lo que te voy a decir no es una advertencia para tu novio, sino para ti. Verás, yo siempre digo que veo vuestro futuro precisamente para que podáis cambiar aquello que no os guste, por eso creo que es importante hacer caso de las señales de las que te he hablado.
Estaba hecho. La bruja sintió que el momento que tanto ansiaba estaba apunto de llegar. Sintió como la inocencia de aquella extraña se evaporaba mezclándose con los inciensos para satisfacer así sus pulmones, ávidos de aquel mágico alimento.

- Verás, como te he dicho veo dudas, dudas que engendran mentiras y engaños. No es que Miguel quiera engañarte o lo haya hecho ya pero...
- ¿Cómo sabe su nombre? ¿Lo ha visto en esos... en esas... cosas?
No fallaba. A estas alturas de la conversación estaban tan nerviosas que ya no sabían qué habían dicho en voz alta y qué habían callado. La bruja siguió inspirando profundamente la mezcla de incienso, inocencia y estupor, saboreando cada bocanada, pero con cautela para no descubrirse. Pronto el aire se llenaría también de miedo y angustia, ya casi podía sentirlos haciéndole cosquillas en la punta de la nariz, pero antes había que terminar el trabajo.

- Estos huesos me lo muestran todo. Como te decía, la cabeza de Miguel está llena de miles de cosas, y sin embargo no llego a ver tu rostro entre esas cosas. Es como si tú hubieras entrado a formar parte del día a día, no sé si me entiendes. No es que no te quiera, sino que ya no eres algo especial y único, y eso a la larga puede ser un gran problema, porque todos necesitamos a alguien especial y único.
- Entonces no me ha engañado ¿no? Quiero decir ¿no hay nadie más?
- Aún no querida, pero créeme, lo habrá.
Volvió a cogerle las manos con suavidad, cerrando los ojos y tomando otra gran bocanada de aire. La joven estaba confusa, temblaba de rabia, exudaba ansiedad y, aún así, aquella tonta era capaz de devolverle con ternura la caricia en las manos, como el pobre paciente que se compadece del médico que acaba de pasar el mal trago de decirle que se va a morir.

Tal era el apetito de la bruja que ni tan siquiera le cobró. Se apresuró a despedirla y, una vez a solas, se quitó los pañuelos, los pendientes, los collares de cuentas y las pulseras. Se desnudó y, como una vieja boa que digiere su presa tumbada al sol, se dejó caer en su sillón inspirando profunda y pausadamente. Pasó horas respirando aquel humo denso sin cuidado ni cautela segura de que tenía el alimento asegurado por una buena temporada y se durmió profundamente a la espera de que el timbre volviera a sonar.