23 junio 2010

Amor ciego

Anoche fue todo tan increíble, tan diferente…, como si fuera la primera vez que nos acostábamos juntos. Que me despertaras con una caricia, querernos en silencio sin necesidad de decir una palabra, sin necesidad si quiera de vernos para saber qué había que hacer en cada momento.

Estaba a punto de decir todo aquello en voz alta cuando él le dijo “Siento muchísimo haber llegado tan tarde otra vez anoche. Me acosté en el sofá para no despertarte. Pero hoy te lo compensaré ¿qué te parece si salgo a mi hora de la oficina, te paso a buscar y nos regalamos una cena romántica los dos solos?

07 mayo 2010

Donde nacen las historias


Como cada viernes se sentó delante del montoncito de cuartillas en blanco, le sacó punta al lápiz y empezó a escribir palabras inconexas. Él funcionaba así. Escribía cosas sin sentido alguno hasta que, de pronto, se producía la “magia” y de la nada surgía una historia perfectamente construida de principio a fin. Pero algo estaba fallando aquel viernes. Ya iba por su segunda cuartilla y, de momento, ninguna historia se había asomado por allí. No tenía ni tan siquiera un triste esbozo de personaje. Nada.

De forma instintiva comenzó a rascarse la cabeza. Nada. Se siguió rascando durante horas, con tanta ansiedad, que de pronto se dio cuenta de que estaba sangrando. Corrió al baño y a punto estuvo gritar al verse en el espejo. Tenía el cuero cabelludo perforado y algo estaba asomándose por el agujero. Estupefacto vio como algo muy similar a una pompa de jabón salía de su cabeza para ir a estrellarse contra el techo del baño. A ésta le siguió otra, y luego otra algo más grande y definida. No era capaz de crear historias nuevas y ahora estaba perdiendo también las viejas. “A este paso en una hora seré idiota perdido”.

Intentó tapar aquello con las manos, pero en cuanto se descuidaba un poco se escabullían entre los dedos. Lo intentó también con una gasa, pero al cabo de unos minutos las pompas acababan por empaparla y traspasarla sin gran dificultad. Y entonces se le ocurrió “el parche de la colchoneta de la playa”. Con sumo cuidado lo colocó sobre la herida y tras dos horas inmóvil frente al espejo se dio por satisfecho. Tenía las ideas a salvo.

Por algún motivo regresó a su mesa de trabajo, sacó de nuevo punta al lápiz y comenzó su tercera cuartilla. A las cinco palabras lo notó, esa sensación de que todo fluye y que, de pronto, todo tiene sentido. Su historia estaba llegando.

La rutina se mantuvo durante una larga temporada, pero la angustia volvió a apoderarse de él cuando, otro viernes cualquiera, se dio cuenta de que había vuelto a escribir dos cuartillas repletas de palabras sin sentido. Se rascó la cabeza sin pensar y notó algo extraño. Al mirarse en el espejo vio el parche de la colchoneta de playa descolorido. Lo había olvidado por completo.

“¿Y si?... Por qué no”. Con cuidado despegó uno de los bordes del parche y lo levantó. Unos segundo más tarde la primera burbuja apareció. La vio estrellarse contra el techo al mismo tiempo que otra asomaba ya por su cabeza. Dejó escapar cuatro o cinco más antes de volver a colocar el parche en su sitio. Se miró fijamente en el espejo y se dijo mirándose a los ojos “Está claro, debo ser idiota”.

Le dio un buen trago a su vaso de agua y se sentó a escribir de nuevo. Esta vez no llevaba ni tres palabras cuando esa maravillosa sensación de estar creando algo nuevo y con sentido propio le invadió. Estuvo horas escribiendo sin detenerse para nada que no fuera repetirse a sí mismo “Soy idiota, pero me da igual”.

13 abril 2010

Anestesiada

Cuando la puerta se abrió una corriente de aire helado le hizo cosquillas en los pies descalzos.

No se giró a ver la cara de su asesino, ni tan siquiera hizo el más mínimo gesto. Se quedó inmóvil mirando el retrato que colgaba de la pared. La luz estaba apagada, pero no la necesitaba para mirar fijamente a aquellos ojos de la foto.

Todo fue tan rápido que no sintió nada, literalmente. No se dio cuenta de que el verdugo ya había cumplido su tarea, así que continuó inmóvil en su silla mirando el retrato de la pared una vez que la puerta se volvió a cerrar a sus espaldas.

16 marzo 2010

Querer en círculos


Nos vimos, nos miramos, nos gustamos; Nos rozamos, nos tocamos, nos olimos, nos saboreamos, nos conocimos; Nos divertimos, nos reímos, nos quisimos; Nos soportamos, nos cansamos, nos peleamos, nos herimos; Nos apartamos, nos echamos de menos, nos buscamos.

Nos vimos, nos miramos, nos gustamos; nos rozamos, nos tocamos, nos olimos, nos saboreamos, nos quisimos; nos conocimos, nos divertimos, nos reímos; nos soportamos, nos cansamos, nos peleamos, nos herimos; Nos apartamos, nos echamos de menos, nos buscamos.

Nos vimos, nos miramos, nos olvidamos de lo que venía después.

09 marzo 2010

Sueños para el psicoanálisis II

Acababan de abrir un local nuevo y por lo que se comentaba era alucinante. Por lo visto el dueño era un famoso manager de artistas que había cansado de las giras alrededor del mundo. Como esas cosas me gustan, me escapé pronto del trabajo y me fui a cotillear.

Efectivamente el lugar era increíble, la sala, la música, el ambiente,… Me pedí una Cocacola y hasta el precio me sorprendió favorablemente. El camarero me trajo los cambios y me explicó “No cobramos nada por la entrada, sin embargo sí tenemos una política de selección de clientela, ya que queremos lo mejor para el local. Cuando vayas a salir, tendrás que introducir en el teclado que hay junto a la puerta el título de un buen tema musical... En el momento que lo hayas escrito se te hará una foto y la puerta se abrirá para que puedas salir. Si tu elección se considera acertada podrás volver a entrar, en caso contrario estarás en la lista negra”.

Mientras echaba unos bailes y me tomaba mi consumición no lo pensé, pero cuando me estaba poniendo el abrigo me di cuenta de que no tenía ni idea de qué poner en el teclado al salir. Por más que lo intentaba sólo me venían los títulos de canciones de Eurovisión, el Festival de la Oti y San Remo. Tenía en la cabeza millones de melodías, pero no recordaba ni un solo título. Nada. Me empezaron a sudar las manos y me costaba respirar. Sentía la cabeza abotargada y me pesaban las piernas. Claustrofobia. Pánico.

Mientras me lavaba la cara en el baño con el cerebro funcionando a cien por hora en busca del título perfecto se me ocurrió la solución: me giré tranquilamente, metí los pies en el váter y tiré de la cadena. Aterrizar en una hermosa playa al amanecer sin duda me calmó los nervios, aunque la caminata de vuelta a casa andando se me hizo bastante larga. Tenía que haber vuelto volando, pero con la ropa mojada resulta demasiado incómodo.

Mañana quiero volver y, por si me vuelven a fallar los nervios, ya tengo preparada una libreta repleta de títulos fundamentales de la historia de la música reciente. El váter era amplio y cómodo, y la playa era preciosa, pero esta vez prefiero salir por la puerta como todo el mundo.


25 febrero 2010

Insomnia

Imagen: Marta Altieri (www.maltieri.com)


Me vine a esta casa porque Ella me dejó. Necesitaba un cambio de aires, tranquilidad, y una mudanza me pareció una buena idea. Pero la tranquilidad sólo me duró unos días.

Una mañana me levanté con la sensación de haber pasado toda la noche dando vueltas. Recordaba haber oído golpes entre sueños, como si alguien hubiera estado haciendo obras en plena noche. Le pregunté a la vecina a la mañana siguiente cuando me la encontré en el rellano, pero se me quedó mirando con cara de asombro, se encogió de hombros y se fue. Volví a levantarme con la misma sensación un par de días más tarde. En mi cabeza aún resonaban golpes y ruidos extraños, pero nunca recuerdo lo que sueño, así que no estaba muy seguro de si eran sonidos reales o no. Cuando le volví a preguntar a la vecina me regaló una mirada de enfado y algo así como un “lo que hay que aguantar” entre dientes. Nada más.

Durante un par de semanas creo que los ruidos desparecieron, al menos no los recordaba al despertar, pero cada día me levantaba cansado de todas formas. ¿Sabe qué?, pensé que tal vez hubiera algo en esta casa, algo que no era capaz de identificar. Desde que estoy aquí todo es diferente, de alguna manera yo soy diferente.
Esta mañana me he despertado agotado, pero más de lo normal. Llevaba los mismos vaqueros de ayer, así que supongo que me dormí vestido, no lo recuerdo. Esta noche los ruidos han sido más fuertes, o tal vez yo soy más sensible. Tengo en la cabeza los golpes de siempre, pero también creo que hay otros ruidos más suaves, como un sutil martilleo, algo arrastrado por el suelo, grifos abiertos, susurros,… No sé. Como todos los sábados he cogido las llaves y he salido para desayunar en el bar de abajo. Entonces he visto a la vecina. Hoy ni me ha ignorado ni me ha mirado con mala cara, directamente se ha puesto a gritar como una energúmena y se ha metido en casa corriendo tan rápido como sus rechonchas piernecitas de han dejado. Entonces he llegado a la cafetería y es cuando ha empezado este circo.

Una señora ha salido corriendo y un par de personas han salido detrás de ella más tranquilos pero con la cara desencajada. El camarero se ha ido directo al teléfono y antes de que me hubiera sentado en la barra tres policías han entrado por la puerta y han venido directos a por mí. Y aquí estamos.

Le repito por enésima vez que no sé qué hacen todas esas herramientas debajo de la cama, de hecho no sé ni para que sirve la mayoría de ellas. No sé qué son esas cajas que han encontrado en ese cuarto, yo no tenía ni idea de lo que había ahí dentro hasta que ustedes lo han abierto hace una hora. Creo que lleva cerrado con llave desde que llegué aquí, no estoy seguro. Tampoco sé por qué estoy cubierto de sangre seca, ni de dónde han salido todos estos moratones de mis brazos, ni qué son esas manchas del pasillo, ni qué hacen todas esas toallas a remojo en la bañera,... Alguien ha debido entrar en mi casa por las noches y hacer todos esos ruidos y hacer…. hacer eso de ahí. Yo no sé qué decirle, yo no…. bueno sí que es verdad que esto parece que yo pero…. aunque si es cierto que es Ella la que está ahí….

Creo que necesito dormir un poco. Estoy muy cansado ¿sabe? Apenas he podido dormir en las últimas semanas y esta noche ha sido la peor.


Banda Sonora: Tom Waits.

18 febrero 2010

Venga lo que venga

¡Abran ustedes las ventanas, las puertas, los cajones, los ojos, los brazos y todo lo que puedan abrir!

Que entre la lluvia, el viento, el barro, las moscas y los mosquitos, pero también la luz, la primavera, la brisa, las mariposas y la música. Que nos abofeteen si quieren, que nos hieran o nos insulten, pero que también nos puedan dar besos sin barreras, abrazos, mimos y caricias.

Que no pase ni un solo día sin nada que contar, ya sea un lamento o una carcajada.

¡No vayan ustedes a irse dejándose algo por probar!



Imagen: "Wind from the Sea". Andrew Wyeth, 1948

01 febrero 2010

Tu ombligo


Acabo de tomar una decisión. Voy a convertir tu ombligo en mi pozo de los deseos privado. Cada noche lo besaré suavemente y cerraré los ojos bien fuerte mientras formulo mi deseo.


Y además tengo claro lo que voy a pedir: encontrarme la noche siguiente otra vez recostada a tu lado, con mis labios posados en tu ombligo y mis ojos cerrados pidiendo de nuevo el mismo deseo.

25 enero 2010

Sueños para el psicoanálisis I

Yo y el resto de los científicos del laboratorio sujetábamos a los diminutos gorilas en las palmas de nuestras manos. Ya estaban embadurnados con el tomate triturado y los cacahuetes. Todos al mismo tiempo los dejamos caer al agua con sumo cuidado y nos quedamos allí mirándolos. Un par de minutos después los resultados que esperábamos se hicieron evidentes. La acción conjunta del tomate, los cacahuetes y el agua estaban empezando a oxidar la diminuta cremallera del disfraz del gorila impostor haciéndola perfectamente visible. Había sido todo un éxito.


Orgullosa de mi participación en tal hazaña salí corriendo del laboratorio a toda prisa para no llegar tarde a la boda de mi hermana mayor, la que vive en Finlandia. La pobre, emocionada por el calorcito de la Península, se había comprado como traje de novia un vestido de volantes minifaldero que iba a hacer que se le vieran las nalgas cada vez que el cura dijera aquello de "pueden sentarse". Sé que tenía que haberle dicho algo, pero ¿cómo iba a hacerlo si yo no hablo una palabra de finés?

18 enero 2010

Cuando "para siempre" da mucho miedo

Cuando toqué sus manos lo supe. No fue al mirarle a los ojos, ni al oír su voz, ni al sentir su perfume, ni al rozarse nuestros brazos de forma casual. Lo cierto es que hasta que no tuve mis manos en las suyas ni siquiera lo sospeché.

Pero de pronto todo fue tan evidente que me reí de mí misma por no haberme dado cuenta antes. Si lo hubiera hecho habría salido corriendo sin detenerme ni un solo instante a mirar atrás, pero él ya tenía mis manos en las suyas y huir era imposible.

Resulta que yo soy una de esas personas a las que les asusta la soledad más que las malas compañías, y él resultó ser una de esas malas compañías a las que los cambios les asustan más que la más atroz de las monotonías.

Así que así estamos desde entonces, con las manos todavía unidas ya más por la costumbre que por las ganas y sin posibilidad alguna de ponerle remedio.

13 enero 2010

A la vejez...

Maruja estaba nerviosa como una colegiala. Era su primera aparición y quería que todo saliera perfecto. Iba a ir a ver a Antonia, su antigua compañera de habitación. La despertaría con un beso en la mejilla, ella se asustaría un poco al principio pero luego se emocionaría y hablarían toda la noche de esto y aquello como si nada. Pero Maruja era novata en esto y no sabía que era costumbre de sus nuevos compañeros gastar una broma el primer día, no por maldad, sino por rebajar los nervios y quitarle un poco de tensión a la situación. Así que la pobre hizo caso a pies juntillas de lo que le dijeron y cuando se quiso dar cuenta la mejilla que iba a besar no era la de Antonia, sino la de Domingo, el abuelete tímido de la habitación contigua de la residencia.

La pobre se habría puesto colorada de la vergüenza si hubiera podido, pero se limitó a dar media vuelta de puntillas y revolotear hacia la puerta. Estaba agarrando el pomo cuando Domingo la llamó: “Marujita, ¿de verdad eres tú? No te vayas por favor, quédate un ratito más.” Y mira por donde resultó que Domingo no era tan tímido y que además había estado coladito por sus huesos cuando aún estaba viva. La pobre se sentía culpable por estar allí con aquel señor mientras su querida Antonia roncaba como un elefante en el cuarto de al lado pero, entre unas cosas y otras, se le pasó la noche allí de charla con Domingo.

Al día siguiente volvió a saludar a Domingo antes de ir a ver a Antonia, por educación según le dijo a sus compañeros y porque, para qué engañarse, le había encantado recibir piropos aunque fueran de un vejete. A lo tonto volvieron a darles las tantas de nuevo mientras Antonia seguía con sus ronquidos dos metros más allá. Y se ve que la mujer dormía bien, porque al otro día hubo más de lo mismo, y al otro, y al otro, y al otro,…. Pero una mañana, cuando bajaba a desayunar, el pobre Domingo, agotado de tanta conversación nocturna, se sentó en una silla del pasillo a descansar un momentito. Cuando se fue a levantar se dejó el cuerpo allí sentado y se fue volando a buscar a su Marujita más contento que unas castañuelas. Se reía a mandíbula batiente pensando para sí mismo:

“Si ya lo decía mi madre, ¡a la vejez, viruelas!”

04 enero 2010

La noche más larga del año

Al fin había llegado la noche que tanto tiempo llevaba esperando. Lo dejó todo bien preparado y se metió en la cama más temprano que nunca, aunque le costó dormirse por los nervios que le estrujaban el estómago. Se despertó cuando apenas había amanecido pero consiguió mantenerse debajo del edredón un par de horitas más por si acaso. Quería que todo saliera bien.

A eso de las nueve y media se puso las zapatillas de andar por casa, su bata de color rosa chicle y bajó las escaleras. Pasó por el salón con los ojos cerrados y tapados con la mano izquierda para asegurarse de no ver nada de nada, siguió bajando las escaleras, ya con los ojos bien abiertos, y abrió la puerta de sótano.

La primera parte del plan había funcionado a la perfección. Papá y mamá seguían allí atados a las sillas de camping con las bocas tapadas con las pañoletas de su grupo de niñas montañeras y las manos atadas en la espalda con uno de esos nudos imposibles que te enseñan los monitores dándose aires de superioridad. Los pobres la miraban con cara de estar preguntándose qué habían hecho mal con su niñita del alma.

Mientras les sacaba una segunda foto con su Polaroid les anunció con toda la tranquilidad del mundo que iba a subir a comprobar si Sus Majestades habían pasado o no por casa. “Esas niñas repelentes de quinto se van a tener que callar la boca cuando vean esto. Les dije que les iba a demostrar que los Reyes Magos sí que existen, porque vosotros siempre me decís que son de verdad ¿a que sí?, a que sí que me lo decís siempre ¿eh? a sí que existen, a que sí mamá. Se van a enterar pero bien.”

A mamá le habría gustado no haber mirado a su hija en ese momento y no haber visto un gesto de lo más extraño en su cara. A papá le habría gustado no haberse dado cuenta de que la niña de sus ojos apretujaba la cámara de fotos entre los dedos con tanta fuerza que los nudillos se le ponían blancos como la nieve. Era sólo una niña, su niña. Pero su niña se las había apañado para secuestrarlos en su propio sótano y les había dejado allí toda la noche para irse a la cama a dormir temprano como si tal cosa.

Y por fin llegó el momento más esperado. La pequeña subió las escaleras y dejó allí a sus padres rezando como nunca para que algún tipo de milagro navideño tuviera lugar en cualquier momento.

Y el piso de arriba se oyó un grito
¿Era de alegría?
¿De espanto tal vez?