30 mayo 2008

Como alitas de pollo

La cosa es que no tengo suerte con las mujeres.

Salí un par de veces con una que realmente me gustaba. Pero no se podía hablar con ella. No es que fuera tonta ni nada de eso, el problema era que entráramos donde entráramos, ella se ponía tararear y a cantar como una poseída. No he cambiado tanto de garito en una sola noche en mi vida, y siempre era igual, se sabía todas las jodidas canciones, hasta las del hilo musical de los ascensores. Al principio tuvo su gracia, era divertido y tal, pero acabó sacándome de quicio.
También estuve con una que no cantaba, pero no paraba quieta. Era entrar en un bar con música y se ponía a andar de un lado para otro moviendo los bracitos como si fueran alitas de pollo. Decía que le encantaban los bares a los que la llevaba, que nunca había bailado tanto. Una noche, aprovechando uno de aquellos paseos suyos por el bar me largué. No estuve muy fino, ya lo sé, pero es que me atacaba los nervios sin remedio.
Una noche conocí a una tía genial. No cantaba mas que algún estribillo que otro, bailaba como una persona normal y era bastante divertida. Hubo química, por así decirlo, y acabamos en un rincón besuqueándonos. Todo iba bien hasta que, de pronto, se puso a hacer aspavientos como una loca. Resulta que era claustrofóbica. Podía achucharla todo lo que quisiera, pero sin bloquearle los brazos ni las manos porque si no podía moverlos le daban ataques de pánico. Salí pitando.

Y a estas hay que sumarles a la que se hacía cortes en el estómago cuando estaba de exámenes porque eso la relajaba, la que quería que saliéramos con su madre que se acababa de divorciar, la que no dejaba de hablar de su ex novio, la que quería que me pusiera un pendiente en la ceja porque eso "la ponía", la que no comía nada de color naranja,.... Ya se que yo no soy ningún prodigio de la madre naturaleza, pero Dios santo, al menos me comporto como una persona cuerda.

El caso es que el otro día salimos los colegas, sólo los tíos, en una de esas reuniones de exaltación de la amistad, y de pronto me encontré borracho como no lo había estado jamás. No me di ni cuenta, supongo que por eso precisamente acabé en un estado tan lamentable. En un momento dado agarré a mi colega, el guaperas del grupo (que tonto no soy), y le dije que deberíamos enrollarnos. "Nos llevamos bien, nos conocemos de toda la vida y al final eso es lo importante ¿no? Total lo del roce digo yo que no es más que cuestión de acostumbrarse ¿no? Se nos hará raro al principio pero seguro que al final hasta se nos da bien ¿no? No sé, ¿tú que piensas?, y entonces le toqué el culo. Al principio pensó que estaba de coña, pero cuando vio que iba enserio no le hizo ninguna gracia y se largó.
Estaba tan borracho que me metí solo en un bar que hay camino de casa y de pronto me sentí como poseído. Empecé a cantar como un loco andando de un lado a otro del bar moviendo los brazos como si fueran alitas de pollo. Madre mía si me reí. Pegué la hebra con un grupo de chicas que me miraban con cara de pasmo y les conté que me había emborrachado porque me sentía solo, que ninguna chica me entendía porque me gusta cantar todas las canciones que me sé, porque tengo una forma peculiar de bailar, porque soy algo claustrofóbico y nervioso, y porque me encantan los piercings pero no me los pongo por respeto a mis padres.

Disfruté como un enano, en serio, fue genial, una especie de terapia. Estoy deseando que llegue el próximo fin de semana. Con mi colega ya veré si puedo arreglarlo, y si se pone tonto, ya se lo que voy a hacer: cantar como un energúmeno y pasearme con los brazos en jarra moviéndolos como si fueran alitas de pollo.

26 mayo 2008

Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle?

- Buenos días, quiero saber cuanto me costaría un viaje a.... si hombre, al país ese... donde está el río ese lleno de animales peligrosos.
- Pues no sé, ¿el Amazonas?
- No, no, está más cerca, al sur de Europa, ese que tiene un río por el que se va en barco y que está lleno de esos animales tan peligrosos.
- A ver que piense, ¿el Nilo?
- Eso, eso el Nilo, ¿cuánto me cuesta un viaje al Nilo?
- Pues tiene diferentes tipos de viajes por Egipto (hago entrega de los correspondientes catálogos y le cuento un poco lo que hay)
- No si yo no quiero ver las pirámides ni nada de eso. Es que el otro día Jesús me dijo que tenía que ir al Nilo, pero del resto de Egipto no me dijo nada
- De acuerdo, pues espere un momento que le voy a buscar mejor otro catálogo que es sólo de cruceros (voy al almacén dudando seriamente si el tal Jesús sería el mismísimo Jesucristo o el vecino de arriba) .
- Pues muchas gracias señorita. A ver si vuelvo a ver a Jesús para qué me diga cual es el viaje que tengo que hacer y me vuelvo a pasar por aquí.
A día de hoy debe seguir esperando que venga Jesús de donde quiera que esté porque han pasado unos cuantos meses y nunca supe más de él.


- Buenos días, quería mirar un viaje para irme con mi novia en agosto.
- ¿Había pensado algún sitio en concreto?
- Pues no, pero que haga calorcico.
- ¿Y qué presupuesto tiene aproximadamente?
- Nada fijo, depende de lo que me ofrezca, yo lo que quiero es que sea una oferta.
- Pues tenemos estas ofertas (como no tengo mucha información saco la pila completa y empiezo por los chollos). Aquí hay una a Tailandia realmente barata porque es un 2x1. (miramos un folleto de Tailandia al menos 40 minutos)
- Puf, si que es barato, pero son demasiadas horas de vuelo. ¿No hay nada más cerca?
- Aquí hay otra del estilo para ir a Riviera Maya (otros 40 minutos de folleto)
- Pues también me gusta, pero es que yo no me meto más de cuatro horas en un avión que me agobio
- (Ya podías haber empezado por ahí, pienso para mis adentros) Pues entonces podemos mirar Túnez o Egipto. Los dos salen muy baratos en esta época, tiene el buen tiempo asegurado, son destinos bonitos y el vuelo es corto (nos estudiamos los folletos de los dos destinos durante lo que me parece una eternidad)
- La verdad es que los hoteles son preciosos y tal, pero es que a mí lo de ir a un sitio donde no me entiendan me da un poco de cosa. ¿No hay nada para un sitio donde hablen español?
Como no podía ser de otra manera el joven se fue con un paquete de cuatro noches en pensión completa en un hotel de tres estrellas nada más y nada menos que en Salou-La pineda.

Madre del amor hermoso, que miedo me da que llegue el mes de junio.

19 mayo 2008

Tilly

Que Tilly era diferente resultaba obvio. Tenía la piel tan pálida y fina que daba la sensación de que incluso las camisas de algodón debían provocarle llagas. Los días de viento esperábamos en la puerta del instituto para verla entrar y comprobar que no había sufrido daño alguno. La mirábamos de lejos porque acercarnos demasiado suponía correr el riesgo de rozarla y dejarle quizás el brazo en carne viva. Sus ojos eran tan enormes y brillantes que daba miedo mirar en ellos. Hacíamos apuestas para ver si alguno era capaz de mantenerle la mirada, pero como ninguno tenía tanto valor, la mayor parte del tiempo simplemente hacíamos conjeturas sobre lo que encontraríamos si no nos flaquearan las fuerzas. Unos decían que te reflejabas en ellos de forma tan nítida que podías verte el alma desnuda, con las vergüenzas al aire. Otros aseguraban que tan inmensas pupilas tenían conexión directa con el mismísimo corazón de Tilly.

Las chicas la odiaban. Unas decían que era demasiado extraña y siniestra, otras que era una empollona que no salía de debajo del flexo de su cuarto, pero nosotros estábamos convencidos de que en el fondo la envidiaban. Ninguna de ellas, por muchos voluntarios que surgieran para manosearlas al salir de clase, despertaba tanto interés como lo hacía Tilly, y eso les resultaba intolerable. Aunque la deseábamos, supongo que, de una extraña forma, nos sacrificábamos para cuidar de ella, para que no le pasara nada. Debe sonar extraño, pero lo cierto es que la deseábamos tanto como la temíamos. No habríamos soportado verla sufrir, pero tampoco queríamos sufrir por ella.

Lo único normal en la vida de Tilly era su trabajo de los viernes por la noche en la cafetería de sus padres. A las seis en punto entraba por la puerta de atrás y permanecía en la cocina hasta las once en punto, hora en la que nuevamente cruzaba la puerta de atrás. Jamás la vimos en la barra o en alguna de las mesas, y aún así seguíamos yendo cada viernes con la esperanza de verla aparecer y con el morbo de cenar los bocadillos que sabíamos que ella nos preparaba. Las chicas aprovechaban aquellos ratos para insinuar que gracias a nosotros la señorita misteriosa acabaría sin dedos o con la cara quemada en un accidente de cocina (siempre me sorprendía lo crueles que podían llegar a ser). Sin embargo las cosas tomaron un giro muy extraño un viernes que en principio debía haber sido como cualquier otro.

Nos habíamos sentado en la mesa redonda del fondo, como siempre. El padre de Tilly, el hombre más anodino que jamás pisó la tierra, servía las mesas y su madre, quien tampoco resultaba demasiado llamativa, atendía la barra. Eran la diez y estábamos a punto de pedir otra ronda de bebidas cuando un ruido sordo salió de la cocina, un estruendo que nos puso los pelos de punta. Los padres de Tilly corrieron a la cocina y nosotros nos limitamos a contener el aliento sin mover ni un solo músculo. No se oyeron gritos, ni tan siquiera voces o susurros. Nada. Entonces alguno de los tipos de la barra gritó algo como ¡Pero qué haces?!. Lo recuerdo todo como si lo hubiera vivido a cámara lenta. Me giré hacia la puerta principal y Tilly estaba allí fuera de pie, mirándonos con unas llaves en la mano. Había cerrado la puerta y había puesto en marcha las persianas metálicas de la cafetería. Estábamos confusos, nadie sabía qué estaba pasando ni si se suponía que teníamos que hacer algo. Y entonces lo vimos.

El humo y, pocos segundo después, las llamas se habían comido las puertas de la cocina mientras todos seguíamos sentados en aquella jaula con cara de bobos. Y el caos comenzó. Busqué a Tilly entre las sillas que volaban contra los ventanales intentando forzar las persianas metálicas, los cristales de los vasos que explotaban por el calor, el humo cada vez más denso y pesado, y los brazos y piernas de los que corrían en círculos pensando que así pondrían distancia entre ellos y las llamas. Busqué a Tilly y al final la encontré. Seguía de pie frente a la puerta principal con los pies juntos, las manos cruzadas en su regazo y llaves entre los dedos. La luz roja de las llamas se reflejada en su vestido blanco de algodón y, no se porqué, me vino a la cabeza la imagen de la pobre Carrie bañada en sangre de cerdo en el baile de final de curso.

Por primera vez me atreví a mirarla a los ojos seguro de lo que encontraría en ellos, pero me equivoqué. Creí que vería odio, que aquello no era sino una forma siniestra de vengarse de nosotros por la jaula en la que la habíamos encerrado sin su permiso durante tantos años, pero no había nada de eso en aquellas enormes pupilas. Y tampoco vi mi alma desnuda, ni su corazón latir, sino que de alguna forma entré en ellos y vi el mundo desde los ojos de Tilly.

Por fin vi claro que la frágil no era ella, sino que todo este tiempo los débiles habíamos sido los demás, una pandilla de pobres cobardes que se habían pasado la vida inventando excusas para camuflar sus miedos y justificar sus cobardías. Para ella éramos como esos pobres animalillos heridos a los que la manada tiene que dejar atrás si quiere sobrevivir. Había lágrimas en sus ojos, aquello le estaba doliendo tanto como a nosotros, pero ella no era débil, era fuerte y por eso no movió ni un músculo mientras veía cómo finalmente era nuestra piel la que desaparecía dejándonos el cuerpo en carne viva.

No aparté los ojos de los suyos ni un segundo. Quería que supiera que lo había entendido, que sabía que aquello no había sido culpa suya, que estaba orgulloso de su fortaleza y que la quería. A pesar del inmenso dolor, aquellos segundos dentro de los ojos de Tilly fueron sin duda los mejores de mi vida.

13 mayo 2008

Dos voces, dos caras, una muerte.

Su físico era tan imponente como hubiera podido desear. Tenía una abundante cabellera negra que brillaba incluso cuando no la embadurnaba con cera, las espesas cejas dejaban sus diminutos ojos escondidos tras una permanente oscuridad, los prominentes pómulos resaltaban la palidez de su piel y su fina boca lucía siempre un gesto torcido, como de asco. Tales rasgos, unidos a su enorme cuerpo una cabeza más alto que la media, eran su mejor cualidad, y él lo sabía. Había algo sin embargo que le impedía hacer su trabajo como debía: su voz. Ésta tenía un tono cálido y suave que le era imposible disimular, y el timbre no era ni mucho menos el trueno que cabría esperar, sino que era fino como el de un eterno adolescente y se hacía casi femenino cuando perdía los nervios. Muy a su pesar cada día salía de casa y llevaba a cabo su labor de forma discreta y silenciosa, sabiendo que el resto del mundo simplemente le ignoraba. Todos miraban hacia otro lado simulando que no existía.

Una noche como otra cualquiera tuvo que salir para recoger una mujer a los pies de la catedral, una pobre desgraciada que se había arrojado al vacío tras las campanadas de media noche. Al llegar encontró a una joven que no tendría más de dieciocho años, increíblemente hermosa a pesar del estado en el que su cuerpo había quedado tras el mortal impacto. Intrigado por los motivos que la habían llevado a tomar tan dramática decisión, se saltó todas las normas que le impedían entablar relación alguna con sus almas.

-
Soy tan hermosa como hubiera podido desear, pero ninguna mujer me quiere como amiga y ningún hombre se casará conmigo. Cada vez que abro la boca todos se escandalizan, se ríen y hacen burlas. Me han acusado incluso de brujería y de estar poseía por el diablo. Ningún hombre querrá a una mujer con una voz más grave que la suya.
- Ven conmigo, sígueme y no tendrás que preocuparte más por tu voz. Si me obedeces podrás incluso, si así lo deseas, vengarte de todos aquellos lo que te hicieron padecer tales sufrimientos - La joven, hipnotizada por la cálida voz de aquel siniestro hombre y sus promesas de venganza, no necesitó ni un segundo para aceptar la propuesta.
- Deberás ser discreta. Nadie debe saber que existes y ninguna de las almas que recojamos deberá saber que somos dos. De ahora en adelante tú y yo somos la misma persona.
- Haré lo que me pidas, seré una voz en la sombra si lo deseas, o un rostro sin voz si es eso lo que quieres.

A partir de aquel momento ambos se convirtieron en la versión más temible de la muerte. Apenas habían pasado unos días cuando empezaron a correr rumores aterradores de una muerte con dos caras de la que era imposible escapar. Unos hablaban de una muerte bella de voz cálida y embriagadora a la que ningún hombre era capaz de resistirse, mientras otros hablaban de una muerte sombría de voz áspera y fría que hacía imposible cualquier intento de huida. La leyenda creció y el temor a aquella ambigua figura con dos caras alcanzó límites que nadie, ni tan siquiera la propia muerte, habría podido predecir. La superchería se convirtió en un negocio de lo más rentable, los sanadores florecían como setas en cada rincón e incluso los paganos rezaban cada noche a cualquier Dios que quisiera escucharles. Mientras, la muerte y su compañera reían en su cubil de la desgracia de aquellos estúpidos que sólo unos meses antes ignoraban sin respeto a la primera y se reían sin piedad de la segunda.