28 marzo 2008

La leyenda de la ciudad del viento (Primera parte)

Hacia días que algo raro flotaba en el ambiente. El viento soplaba más de lo normal, y no en una dirección concreta, sino en todas al mismo tiempo. Los peatones se detenían, no por voluntad propia, sino porque quedaban atrapados en mitad de una de aquellas ráfagas de viento que los rodeaban impidiéndoles avanzar en ninguna dirección. Los hermosos arboles del paseo de pronto recogían sus ramas entre crujidos y desgarros como si fueran simples paraguas de finas varillas cerrándose. Las tormentas aparecían de forma inesperada en mitad de una soleada tarde descargando agua, rayos y truenos por igual. Las calles se inundaban en cuestión de minutos, los comercios no daban abasto limpiando y reponiendo escaparates arrasados y en el río se podían apreciar subidas y bajadas de caudal tan rápidas como las mareas de los océanos.

Y entonces apareció la noticia en primera plana: "Un cadáver diario durante los últimos diez días". En un breve articulo se explicaba que, durante diez días consecutivos, las fuerzas de seguridad habían recogido un cadáver en la orilla del río, en el empedrado que había justo a los pies del mirador del Paseo de la Rivera. Todos eran ciudadanos normales, con vidas normales, que a menudo paseaban por el lugar. La policía se decantaba por el suicidio puesto que no había indicios de lucha o de la presencia de otras personas aparte de los fallecidos, pero aun así confirmaron que esa noche habría presencia policial en la zona para evitar nuevas muertes. Al caer la tarde el lugar estaba abarrotado de curiosos. La policía tuvo que acordonar la zona para evitar accidentes, ya que el viento volvía a ser intenso y las ramas de algunos árboles amenazaban con desprenderse. La multitud señalaba con el dedo el lugar donde habían aparecido uno tras otros los cuerpos, se movían de un lado para otro ansiosos de detalles morbosos y lanzaban todo tipo de hipótesis que incluían la mala suerte, los asesinatos en serie y las sectas demoniacas. Pero la inquietud apenas si duró un par de horas. El cansancio, la oscuridad y, sobretodo la falta de carnaza, hicieron que la patrulla de policía pronto se quedara sola refugiada bajo una frágil carpa azul marino. Pero nada sucedió.

Cada cual volvió a su vida cotidiana con mas o menos ganas envueltos en una calma tensa. Sin embargo otro extraño titular apareció unos días mas tarde: "Nuevos suicidios misteriosos en los últimos días" Esta vez los cuerpos habían aparecido a los pies de dos chimeneas de dos fábricas, una en el norte de la ciudad y otra al sur. En este caso el tipo de fallecidos incluía algunas variantes con respecto a los diez anteriores. Siete de ellos eran trabajadores de las fábricas que acostumbraban a subir a las chimeneas para fumar un cigarrillo a escondidas en sus respectivos descansos laborales. Los otros cuatro eran dos parejas de policías que habían acudido al lugar para investigar como hicieran días atrás sus compañeros en el Paseo.
Nadie encontraba explicación a estas nuevas muertes. Todos aseguraban que, tanto los trabajadores como los policías, eran personas completamente normales sin mayores problemas. Además ahora estaba la dificultad añadida de explicar el suicidio, no de una persona aislada en un punto en concreto, sino el de los policías que habían saltado estando juntos allí arriba, y el hecho de que hubiera sucedido en dos lugares tan distantes prácticamente al mismo tiempo.

- Lo único que sabemos es que no hay terceras personas implicadas en las muertes. Todas parecen ser accidentales o voluntarias, pero en ningún caso se puede hablar de asesinatos. Los fallecidos de la Rivera no guardaban ninguna relación entre ellos, simplemente acostumbraban a pasar por la zona, y de hecho lo hacían por diferentes motivos y a diferentes horas. En cuanto a los fallecidos en la Chimenea Norte y la Sur, ni tan siquiera se conocían entre sí. Cada uno de los trabajadores tenía diferentes funciones y no compartían horarios, y los agentes pisaban aquellos edificios por primera vez. De momento hemos cerrado el paseo y las chimeneas como medida de precaución. Tan pronto como tengamos novedades las haremos publicas.

Lejos de calmar los ánimos, estas declaraciones provocaron el caos general en la población. Nadie se sentía seguro ya estuviera en plena calle o a cubierto, solo o acompañado. Todos llamaban cada noche a sus seres queridos para asegurarse de estaban bien, temerosos de que la policía estuviera ocultando nuevos cadáveres en algún punto de la ciudad. La gente seguía inventando asesinos en serie con poderes mágicos que les permitían ser invisibles o sectas secretas que lavan el cerebro de cualquiera con palabras embriagadoras cargadas de veneno. El caos parecía invadirlo todo.

19 marzo 2008

Baile para dos


Cada sábado a las diez ponía su silla a pie de pista y disfrutaba viéndola bailar. Aunque había muchas otras mujeres ella destacaba siempre. Era, con diferencia, la más hermosa. Sabía que, como él, los demás hombres la miraban y se imaginaban sujetándola por la cintura, oliendo su cabello y susurrándole piropos al oído. También sabía que, aunque tampoco lo reconocerían, le miraban por encima del hombro. Sabían que estaba enamorado de ella hasta los huesos aunque él no era hermoso, ni destacaba entre los demás, ni nada de nada. Ese pensamiento le atormentaba hasta que llegaba la media noche del sábado. Entonces ella se le acercaba, le cogía la mano y con ternura le besaba los labios. "¿Cómo lo he hecho hoy cariño? ¿Verdad que bailo mejor que esas otras viejas arrugadas? Que no me entere yo que miras a otra ¿eh?." Sonreía, le besaba de nuevo y empujaba su silla hasta el ascensor para subir al dormitorio. En ese momento se sabía la envidia de toda la residencia.

04 marzo 2008

Tres años, tres.

Tres años, tres, y el hombre sigue sin enterarse de nada. Tres años, tres, mandándome flores y bombones cada sábado. Al principio me pareció tan romántico que no le dije nada en una buena temporada. Después, de forma sutil, le decía con el inhalador de la mano que a lo mejor no era buena idea tanta flor para arriba y tanta flor para abajo. Y por supuesto no olvidé mencionarle, tan discretamente como me fue posible para no herir sus sentimientos, que cuando como chocolate vomito sin medida durante horas. Pero nada, al siguiente sábado más de lo mismo. La semana pasada ya le dije directamente y sin rodeos: "no me mandes nada más a mi casa, por dios te lo pido, que si no te juro que no me vuelves a ver el pelo". Y ya ves, me miró con esos ojos de cordero degollado y con media sonrisilla me dio un beso en la mejilla de esos de "hay que ver que guapa te pones cuando te enfadas".

Tres años, tres, con flores y bombones saliéndome por las orejas y este sábado no podía ser menos. En cuanto vi al mensajero medió tal ataque de nervios que metí la cabeza literalmente dentro de cada una de las dichosas flores. Hasta creo recordar que prácticamente esnifé incluso el relleno ese de hojas verdes que le ponen a los ramos para que parezcan más imponentes. En cuanto tuve los ojos bien hinchaditos y rojos y respirar era ya un tanto difícil me tiré a por los bombones. Me los comí todos sin hacer distinciones entre los de chocolate negro, blanco, rellenos, con frutas, con almendras o con alcohol. Cuando pensé que me iba a dar algún tipo de colapso general de forma inmediata le llamé por teléfono, le di las gracias y le dije que, ya que estaba, hiciera el favor de llamar a una ambulancia.

Pensé que por fin me había librado, porque digo yo que un cuadro hospitalario como el mío le aclararía las cosas hasta a alguien con la misma perspicacia que un caracol de campo. Pero se ve que la que no se entera de nada debo ser yo, porque ahí lo tengo desde que me ingresaron, como si nada, amodorrado en el sillón junto a la mesilla en la que me esperan una enorme maceta y una caja de bombones con su tarjeta y todo: "No te preocupes cariño, que a partir de ahora estaré siempre a tu lado vigilando para que te comas los bombones con más cuidado, que parece mentira que después de tres años, tres, aún te emociones tanto cuando te llegan cada sábado. Ah!, Siento mucho que hoy no haya rosas, pero el médico me ha dicho que es posible que tengas alergia al polen, pero seguro que esta maceta te ayuda a superar el disgusto"

El caso es que ahora que no voy a tener más rosas que tirar a la basura gritando improperios creo que las mañanas de sábado nunca serán lo que eran.