16 marzo 2010

Querer en círculos


Nos vimos, nos miramos, nos gustamos; Nos rozamos, nos tocamos, nos olimos, nos saboreamos, nos conocimos; Nos divertimos, nos reímos, nos quisimos; Nos soportamos, nos cansamos, nos peleamos, nos herimos; Nos apartamos, nos echamos de menos, nos buscamos.

Nos vimos, nos miramos, nos gustamos; nos rozamos, nos tocamos, nos olimos, nos saboreamos, nos quisimos; nos conocimos, nos divertimos, nos reímos; nos soportamos, nos cansamos, nos peleamos, nos herimos; Nos apartamos, nos echamos de menos, nos buscamos.

Nos vimos, nos miramos, nos olvidamos de lo que venía después.

09 marzo 2010

Sueños para el psicoanálisis II

Acababan de abrir un local nuevo y por lo que se comentaba era alucinante. Por lo visto el dueño era un famoso manager de artistas que había cansado de las giras alrededor del mundo. Como esas cosas me gustan, me escapé pronto del trabajo y me fui a cotillear.

Efectivamente el lugar era increíble, la sala, la música, el ambiente,… Me pedí una Cocacola y hasta el precio me sorprendió favorablemente. El camarero me trajo los cambios y me explicó “No cobramos nada por la entrada, sin embargo sí tenemos una política de selección de clientela, ya que queremos lo mejor para el local. Cuando vayas a salir, tendrás que introducir en el teclado que hay junto a la puerta el título de un buen tema musical... En el momento que lo hayas escrito se te hará una foto y la puerta se abrirá para que puedas salir. Si tu elección se considera acertada podrás volver a entrar, en caso contrario estarás en la lista negra”.

Mientras echaba unos bailes y me tomaba mi consumición no lo pensé, pero cuando me estaba poniendo el abrigo me di cuenta de que no tenía ni idea de qué poner en el teclado al salir. Por más que lo intentaba sólo me venían los títulos de canciones de Eurovisión, el Festival de la Oti y San Remo. Tenía en la cabeza millones de melodías, pero no recordaba ni un solo título. Nada. Me empezaron a sudar las manos y me costaba respirar. Sentía la cabeza abotargada y me pesaban las piernas. Claustrofobia. Pánico.

Mientras me lavaba la cara en el baño con el cerebro funcionando a cien por hora en busca del título perfecto se me ocurrió la solución: me giré tranquilamente, metí los pies en el váter y tiré de la cadena. Aterrizar en una hermosa playa al amanecer sin duda me calmó los nervios, aunque la caminata de vuelta a casa andando se me hizo bastante larga. Tenía que haber vuelto volando, pero con la ropa mojada resulta demasiado incómodo.

Mañana quiero volver y, por si me vuelven a fallar los nervios, ya tengo preparada una libreta repleta de títulos fundamentales de la historia de la música reciente. El váter era amplio y cómodo, y la playa era preciosa, pero esta vez prefiero salir por la puerta como todo el mundo.