21 diciembre 2009

La leyenda de los Tres Mundos III: Regreso a los orígenes.

A nuestra llegada a casa nos esperaban con todo preparado. En las cimas de los edificios humanos enormes mecanismos de madera y forja sirvieron de anclaje para las ansiadas nubes que darían de beber a hombres, mujeres y niños. En mitad de los campos de los Gigantes, ahora yermos y quemados, los escasos árboles habían sido dispuestos para acoger sus nuevas copas que vapor de agua que darían sombra y humedad a sus raíces con la esperanza de que el verde pudiera así abrirse paso a través de la arena.

Desde el primer día hubo que tomar fuertes medidas de precaución para evitar que los desesperados y los impacientes actos de unos pocos terminaran por destruir la salvación de la mayoría. Tras interminables debates y asambleas se acordaron una serie de reglas y normas que debían ser cumplidas por todos sin excepción bajo condena a muerte. La más importante de esas reglas, evidentemente, se refería al uso del agua.

Todas las noches se recogía el agua llorada por cada nube. Tres cuartas partes de esa agua se dedicaba al uso de los mortales, ya fueran Alados, Humanos o Gigantes. De esas tres cuartas partes se dio prioridad al riego de los campos y el abastecimiento de fuentes públicas de los habitantes de los mundos inferiores. Nosotros tan sólo necesitamos humedecer nuestras alas con cierta frecuencia para evitar que se estropearan. El último tercio de agua recolectada se usaba para regar a la nube productora y mantenerla así tan cuidada como permitía la situación.

Llevó mucho tiempo, demasiado para algunos, pero los esfuerzos al fin se vieron recompensados en forma de flor. A los pies de algunos árboles milenarios el verde ganó terreno a la arena y una explosión de colores ya casi olvidados nos golpeó a todos. No mucho después una nueva sorpresa hizo que nuestros ánimos se fortalecieran aún más: al fin, después de tantas décadas, dos nubes libres fueron divisadas sobrevolando la zona este del río.

Recuerdo que ese día como si fuera ayer porque ese fue el día en el que las hojas secas de mis alas y las de los míos dejaron de caer. Comprendimos entonces que habíamos sido perdonados por nuestros salvajes actos de tiempo atrás en el Último Valle. Aquellos fueron los días de la esperanza.

Han pasado miles, puede que millones de años, y aún hoy en día luchamos contra la arena, pero los ríos de los Gigantes han vuelto a fluir, sus huertos crecen década tras década y las construcciones Humanas se expanden hacia el Norte sin mayores problemas. Las nubes capturadas por los míos fueron puestas en libertad hace tiempo, pero nunca se alejaron demasiado. Creo que entendieron porqué les hicimos aquello y quisieron quedarse cerca por si las necesitábamos de nuevo.

Las cosas vuelven poco a poco a su estado anterior a los Tiempos del Caos, incluidos los límites entre los mundos. Ya tan apenas se mezclan Gigantes y Humanos, y los Alados ya no necesitamos humedecer nuestras alas en tierra. Me resulta curioso ver que todo está cambiando para volver a ser igual que era, por eso sigo dejándome posar en la cima de esta colina cada mañana para comprobarlo.


Esta imagen y el resto de las imágenes incluidas en en cada una de las tres partes de "La leyenda de los tres mundos" pertenecen a una la colección de cuadros de Isabel Ortiz de Landzuri que sirvieron de inspiración para escribir dicho relato. Algunos de estos cuadros ya los podeis ver en su blog http://timmytimone.blogspot.com/, los demás irán apreciendo por allí poco a poco, tened paciencia.

18 diciembre 2009

La leyenda de los Tres Mundos II: La búsqueda de las Nubes.

Jamás se había visto que los Alados caminaran por el suelo; Nunca antes los Gigantes se habían acercado a las construcciones de los hombres de aquella manera; Nunca los Humanos habían tenido el valor necesario para aventurarse en los inmensos campos abiertos de los Gigantes. Por primera vez trabajamos unidos convencidos de nuestro triunfo sobre la arena, pero por desgracia nuestros esfuerzos fueron en vano.

Impotentes tuvimos que ver como la arena no sólo no desaparecía, sino que continuaba su camino enterrando las calles asfaltadas, los campos cultivados y los ríos cristalinos. Resultó entonces evidente que nada podía escapar a aquel lento y agónico avance. La consecuente escasez de agua provocó que los cultivos aún a salvo se secaran y los alimentos comenzaran a escasear. De las fuentes ya no manaba nada que no fuera un barro denso y salado, e incluso nuestras alas se acartonaron por la falta de humedad.

Tal fue la desesperación de los tres mundos que no nos quedó alternativa. Por primera vez rompimos las leyes. Los Gigantes prepararon sus árboles milenarios y los Humanos pusieron su maquinaria a trabajar mientras nosotros nos dispersamos por los cielos. Volamos más allá de lo que habían llegado jamás nuestros antepasados y cargamos todo el camino con las herramientas que necesitaríamos para cumplir con nuestra parte del trato una vez llegado el momento.

Hicieron falta varias semanas, pero al fin las encontramos. Tal y como los Gigantes pronosticaron, las Nubes nos esperaban desprevenidas en el Último Valle. Aquel era el paisaje más bello que estos ojos hayan visto: como un enorme manto de algodón, las Nubes parecían dormir en calma dejándose acurrucar por las laderas de las colinas. Durante horas nos quedamos allí, inmóviles, conmovidos por la belleza de lo que veíamos y paralizados por el terror a lo que estábamos a punto de hacer.

Fue más difícil que cualquier otra cosa que nadie haya hecho jamás. No fue una simple recolección como pensamos que sería, sino una colosal batalla entre los mortales y los inmortales. Tras días de lucha, exhaustos y heridos, al fin logramos atrapar tantas nubes como éramos capaces de transportar. Algunas fueron arrastradas con sogas y arneses, otras envueltas en enormes velas de navíos que se desquebrajaban cuando las cautivas nubes se defendían intentando huir de aquel extraño corsé.


Aquellos fueron los días del miedo.

Imagen: "Nube atada" de Isabel Ortiz de Landzuri http://timmytimone.blogspot.com/

16 diciembre 2009

La leyenda de los Tres Mundos I: La llegada de la Arena.

Cada mañana me dejaba posar en la cima de la colina y lo que veía no era ni la sombra de lo que debía ser. Las antiguas construcciones de los Humanos, los espacios abiertos de los Gigantes y los cielos de los míos habían cambiado de tal forma que era difícil reconocerlos. Hubo un momento en el que ni siquiera éramos capaces de decir donde empezaban unos y donde terminaban los otros.

Aquellos fueron los Tiempos del Caos.

Todo empezó cuando, de forma repentina, el viento comenzó a soplar violentamente en dirección contraria a su sentido natural. No sabría explicar como, pero en tan solo unas horas el Norte y el Sur ya no eran tales, mientras que Este y Oeste se convirtieron en palabras sin sentido alguno. Los paisajes se difuminaron y cielo y tierra se fundieron en uno. Los traslados se complicaron y cada tribu de cada uno de los tres mundos quedó repentinamente aislada de todo cuanto le rodeaba.

Pasó más tiempo del que los Humanos puedan contar cuando el viento cesó al fin. Fue en aquellos días cuando yo empecé a posarme en esta colina y cuando todos descubrimos con espanto que durante las ventiscas la arena lo había invadido prácticamente todo. Nosotros aún podíamos movernos libremente por nuestro medio, pero Humanos y Gigantes se vieron superados por la situación.

Las construcciones sufrieron daños irreparables, las calles se volvieron intransitables y todo esfuerzo por limpiarlas fue inútil ya que las montañas de arena acumuladas en las afueras cada noche volvían a estar esparramadas por las calles a la mañana siguiente. Los campos tampoco parecían haber corrido mejor suerte por lo que se podía ver desde mi puesto de vigía. Las verdes praderas y los ríos que las regaban apenas se diferenciaban unos de otros. La arena había avanzado también en aquellas regiones sin hacer distinciones de ningún tipo.

Fue como si la mitológica Nada hubiera empezado a tomar posesión de cada metro cuadrado de los mundos inferiores. Era una Nada que había cambiado su temida negrura por unos embriagadores tonos tostados pero que había mantenido intacto su colosal poder de destrucción.

Tal vez porque temimos que la arena viniera por nosotros una vez terminada su labor en la tierra, o tal vez porque nos conmovió lo que vimos, decidimos entonces descender donde no lo habíamos hecho nunca y ofrecer nuestra ayuda a aquellos con los que ni tan siquiera habíamos hablado antes.


Aquellos fueron los días de la incertidumbre.

Imagen: Detalle de "Desedificios" de Isabel Ortiz de Landazuri http://timmytimone.blogspot.com/

04 diciembre 2009

Manifiesto por la defensa de los derechos fundamentales en Internet

Ante la inclusión en el Anteproyecto de Ley de Economía sostenible de modificaciones legislativas que afectan al libre ejercicio de las libertades de expresión, información y el derecho de acceso a la cultura a través de Internet, algunos periodistas, bloggers, usuarios, profesionales y creadores de Internet han manifestado su firme oposición al proyecto declarando que:
1.- Los derechos de autor no pueden situarse por encima de los derechos fundamentales de los ciudadanos, como el derecho a la privacidad, a la seguridad, a la presunción de inocencia, a la tutela judicial efectiva y a la libertad de expresión.
2.- La suspensión de derechos fundamentales es y debe seguir siendo competencia exclusiva del poder judicial. Ni un cierre sin sentencia. Este anteproyecto, en contra de lo establecido en el artículo 20.5 de la Constitución, pone en manos de un órgano no judicial -un organismo dependiente del ministerio de Cultura-, la potestad de impedir a los ciudadanos españoles el acceso a cualquier página web.
3.- La nueva legislación creará inseguridad jurídica en todo el sector tecnológico español, perjudicando uno de los pocos campos de desarrollo y futuro de nuestra economía, entorpeciendo la creación de empresas, introduciendo trabas a la libre competencia y ralentizando su proyección internacional.
4.- La nueva legislación propuesta amenaza a los nuevos creadores y entorpece la creación cultural. Con Internet y los sucesivos avances tecnológicos se ha democratizado extraordinariamente la creación y emisión de contenidos de todo tipo, que ya no provienen prevalentemente de las industrias culturales tradicionales, sino de multitud de fuentes diferentes.
5.- Los autores, como todos los trabajadores, tienen derecho a vivir de su trabajo con nuevas ideas creativas, modelos de negocio y actividades asociadas a sus creaciones. Intentar sostener con cambios legislativos a una industria obsoleta que no sabe adaptarse a este nuevo entorno no es ni justo ni realista. Si su modelo de negocio se basaba en el control de las copias de las obras y en Internet no es posible sin vulnerar derechos fundamentales, deberían buscar otro modelo.
6.- Consideramos que las industrias culturales necesitan para sobrevivir alternativas modernas, eficaces, creíbles y asequibles y que se adecuen a los nuevos usos sociales, en lugar de limitaciones tan desproporcionadas como ineficaces para el fin que dicen perseguir.
7.- Internet debe funcionar de forma libre y sin interferencias políticas auspiciadas por sectores que pretenden perpetuar obsoletos modelos de negocio e imposibilitar que el saber humano siga siendo libre.
8.- Exigimos que el Gobierno garantice por ley la neutralidad de la Red en España, ante cualquier presión que pueda producirse, como marco para el desarrollo de una economía sostenible y realista de cara al futuro.
9.- Proponemos una verdadera reforma del derecho de propiedad intelectual orientada a su fin: devolver a la sociedad el conocimiento, promover el dominio público y limitar los abusos de las entidades gestoras.
10.- En democracia las leyes y sus modificaciones deben aprobarse tras el oportuno debate público y habiendo consultado previamente a todas las partes implicadas. No es de recibo que se realicen cambios legislativos que afectan a derechos fundamentales en una ley no orgánica y que versa sobre otra materia.

NOTA: Este manifiesto fue redactado de forma conjunta por periodistas, bloggers e internautas, en una larga sesión de debates on line durante la pasada tarde-noche del 2 de diciembre.
El debate queda abierto. Opinen ustedes libremente.

30 noviembre 2009

Al otro lado

Siento que cada cosa que has hecho me frena, como si me pusieras la zancadilla y no me dejaras salirme del camino marcado. Por tu culpa no puedo hacer lo que realmente quiero, ni tan siquiera puedo ser quien realmente quiero ser. Pero he decidido que se acabó, que me voy sin ti para empezar de nuevo desde cero donde yo decida y como a mí me de la gana.

Soltó todo esto mirándole fijamente a los ojos y, sin dar tiempo a que le respondiera, se dio la vuelta y se marchó dando un portazo. Y su reflejo se quedó allí, clavado al otro lado del espejo, con cara de asombro y la palabra en la boca.

16 noviembre 2009

¿Hasta que la muerte nos separe?

Patricia murió en su noche de bodas con el vestido de novia aún puesto. Pero Patricia no se vengó del hombre que la había engatusado para después asesinarla sin compasión alguna porque, a pesar de todo, era hombre al que amaba con todas sus fuerzas.

Por eso siguió cuidando de él cada día sin descanso como lo hubiera hecho en vida. Le despertaba cada mañana con un beso en la mejilla, le repasaba el traje antes de que saliera a trabajar, le acompañaba durante la cena para que no se sintiera solo y le arropaba en la cama.

Tanto quería a aquel pobre desgraciado que ni siquiera se rindió cuando llegaron los malos tiempos. Sin dudarlo un segundo le ayudó a empaquetar todas sus cosas, le dio la mano bien fuerte y se mudó con él al manicomio el día que vinieron a buscarle.



11 noviembre 2009

Cosquillas, al fin!!

Por fin ha pasado.

Iba caminando por mitad de la Gran Vía cuando de pronto noté un pequeño cosquilleo en la nuca, justo donde me empieza a crecer el pelo. No sé cómo funcionan el resto de los seres humanos, pero en mi caso eso sólo quiere decir una cosa: ideas en ebullición.

Si todo va bien en un par de días más las cosquillas ya me habrán llegado a la yema de los dedos y entonces, ¡cuidado del bolígrafo o el teclado que pille por banda! Estoy deseando ver qué sale porque, como ya he dicho, no sé como funcionan el resto de los seres humanos, pero en mi caso yo no sé qué se está cociendo en mi cabeza hasta que no lo veo escrito en un papel.

Y eso me encanta.

19 mayo 2009

La foto

Estaba sentado en el salón rodeado de viejas cajas que no había abierto en años. Necesitaba hacer sitio en casa para Natalia, que se plantaría allí con sus maletas en unas horas. Se había apañado bien con la ropa, los discos, e incluso con los libros. De hecho apenas había tenido que tirar nada. Sorprendentemente, una vez ordenado, todo parecía haberse reducido a la mitad. Pero sus cuadernos y borradores eran otra cosa. Todo lo que había escrito estaba en aquellas cajas de cartón. Sin pensárselo dos veces tomó aire y se zambulló en la búsqueda de material del que deshacerse. Abrió la primera caja y apareció. ¿Cómo podía haberla olvidado? Tal y como ya le pasara tiempo atrás todo su alrededor desapareció. Ya no veía los montones de papel ni su salón, ahora sólo estaban esos tacones negros, esas piernas de mujer y una triste taza de café en un suelo anónimo. Aquella foto le había cambiado la vida una vez y a punto estuvo de volverle loco.

Fue al final de un verano. Acababa de volver de dos semanas de vacaciones con Susana y se acercó a la tienda de la esquina para recoger las fotos. Lo típico: él sonriendo delante de un bar, ella sonriendo en la piscina, los dos sonriendo en la cama, paisaje visto desde la ventanilla del coche,… y ella. La foto apareció entre las demás como si fuera una más y sin embargo no tenía nada que ver con el resto. Era en blanco y negro y parecía hecha de noche, todo ello a pesar de que su cámara no tenía flash y que todos sus carretes eran en color. Revisó los negativos para comprobar que no había sido un error de la tienda y, efectivamente, no lo era. Ahí estaban esos tacones, esas piernas y la triste taza de café. Sintió alivio por no tener que deshacerse de la instantánea, pero al mismo tiempo una desazón se apoderó de él. Tenía que encontrarla, tenía que averiguar quien era aquella mujer, de donde había salido, a donde iba con tanta prisa como para dejar caer su café,….


Repasó minuto a minuto el recorrido de sus vacaciones, cada excursión, cada visita, cada desayuno, cada comida, cada cena. Consiguió situar todas las fotos en un lugar y un día concreto, todas menos la única que le interesaba. Tal vez si le hubiera preguntado a Susana ella habría podido ayudarle, pero no se atrevió. Aquella imagen era suya y solo suya. Nadie debía verla, ni tocarla, nadie debía saber de su existencia. Así a la desazón se le sumó una creciente paranoia que le llevó a romper con Susana cuando ésta le comentó que pasaba demasiado tiempo metido en casa a solas y que no entendía aquella manía de fotografiarla de espaldas con tacones y medias de rejilla.

Volvió a visitar cada lugar de sus vacaciones en busca de un suelo, una taza y, sobre todo, unas piernas como las de su foto, pero no hubo suerte. Durante semanas se encerró en casa dedicado en exclusividad a contemplar todas las copias que empapelaban cada pared. Día y noche, despierto o dormido, lo único que sus ojos veían era aquella imagen. Hasta una noche. No recordaba ya como fue, pero una madrugada, en un momento de desesperación absoluta salió a la calle, se metió en el primer bar que vio abierto y bebió vino tinto hasta que dejó de oír el sonido de aquella taza al caer. Luego siguió bebiendo algo más hasta que dejó de oír el tamborileo de aquellos endemoniados tacones. Volvió a casa cuado el vino tinto ya ni tan siquiera le dejaba ver con claridad. Poco a poco, casi como si fuera un ritual premeditado, fue quitando los alfileres de las fotos y fue guardando éstas con sumo cuidado en carpetas primero y en enormes cajas después.

El recuerdo de aquella noche de borrachera le asaltó de pronto allí sentado, en mitad del salón. Las manos le empezaron a temblar y notó una desagradable sensación en el estómago, como si alguien estuviera intentando arrancárselo de cuajo. Volvió a tomar aire y miró con cuidado lo que quedaba en el interior de la caja que tenía delante. El pánico le subía por las pantorrilas. Abrió la segunda caja. El pánico le subía por las caderas. Abrió la tercera caja. El pánico se apoderó de todo su cuerpo. Decenas, cientos, miles de tacones le miraban fijamente con sus ojos negros mientras otras tantas tazas de café se reían de él sacando a relucir sus blancos dientes sin disimulo alguno.

Cuando Natalia llegó con sus dos maletas nadie abrió la puerta. Esperó horas, pero no hubo respuesta. Bajó al bar a por un café y volvió a subir corriendo al rellano no fuera a ser que encima le robaran sus cosas. Las maletas estaban allí, pero seguían sin abrirle la puerta. Ya era de noche cuando, harta de esperar, tiró la taza de café al suelo, no estaba de humor como bajar a devolverla como había dicho que haría, agarró las maletas y se fue de allí jurando que jamás volvería a intentar impresionar a un hombre poniéndose aquel modelito de femme fatale con medias de rejilla y tacones de vértigo.

07 mayo 2009

Adios: Intento nº 65

7 de mayo

Este no va a ser un mero intento de dejarte como fueron los 64 anteriores, porque esta vez al fin he logrado reunir las fuerzas suficientes para dejarte.

Hemos sido felices, y mucho, pero de un tiempo a esta parte me he dado cuenta de que algo está fallando, y es que llevo cuatro años viviendo tu vida, siendo feliz simplemente porque tú lo eres y haciendo solo lo que tú me pides. Es oír tu voz y este montón de huesos y carne se transforma en una especie de muñeco de plastilina sin alma ni conciencia al que lo mismo le da ir que venir. Es como si las yemas de tus dedos, cada poro de tu piel, escondieran algún tipo de imán del que me es imposible escapar. Y no creo que eso sea sano.

Jamás olvidaré aquellos cuatro días de acampada en pleno mes de agosto. No me malinterpretes, lo pasé bien, pero porque veía cuánto te gustaba a ti todo aquello. Si yo hubiera podido elegir habría cambiado las cuestas y las pozas con agua helada por una playa y un chiringuito. Me agobia muchísimo verme rodeada de gente, supongo que el ser bajita tiene mucho que ver, y aún así, ahí me tienes cada dos por tres en primera fila de cualquier concierto multitudinario que se precie con una sonrisa de oreja a oreja. No es que sea un sufrimiento, pero si no fuera porque te tengo allí conmigo puedes estar seguro de que jamás me metería en semejante marabunta de forma voluntaria.

Hace unos meses me dio un ataque de risa de lo más absurdo en la peluquería al verme con la cabeza llena de papel de plata y una pasta entre marrón y violeta. No fue por la pinta que tenía, no, sino porque de pronto me di cuenta de que siempre he sido rubia, hasta hace cuatro años, que casualmente me volví pelirroja. Ese mismo día empecé este extraño ritual de escribir cartas de despedida que voy amontonando en el cajón porque siempre acabo perdiendo las fuerzas y arrepintiéndome.

Pero hoy no. Esta mañana he salido corriendo del trabajo y he ido al mercado a comprar judías verdes porque sé que te encantan y he pensado que te haría ilusión llegar a casa y encontrar tu plato preferido en la mesa. Una tontería, ya ves. Pero cuando estaba haciendo fila me he dado cuenta de que por ti se me había olvidado el asco que me da el olor del mercado y, de paso, me había olvidado también lo poco que me gustan las judías verdes. Con un plato de verdura gigante tatuado en la mente he venido a casa y he empezado esta carta.

Te quiero, por favor, no olvides eso, pero necesito vivir mi vida una temporada. Ir donde yo quiera cuando quiera, comer lo que me pida el cuerpo, teñirme o quedarme como estoy porque es lo que me apetece, e incluso echarte de menos como una loca. Necesito alejarme de ese poder analgésico que tienes sobre mí, de esos ojos que me hipnotizan incluso cuando no me miran, de esa voz que somete sin necesidad de decir una sola palabra. ¿Ves? Sólo con pensar en ti y en que no voy a verte un tiempo ya me empieza a temblar el pulso y me sudan las manos. Es como si mi cuerpo se rebelara contra mí para que no pueda acabar esta carta. Si no soy capaz de escribir una despedida no podré irme.

Ya son las cuatro. Tengo que terminar antes de que vuelvas, y tengo que irme rápido para no cruzarme contigo. Hoy vendrás tan contento porque esta noche vamos a cenar a ese sitio que tanto te gusta y que a mí no me dice nada de nada. Te pedirás ese vino tinto que hace que te entre la risa floja antes de empezar la segunda copa. Y después de la tercera copa me darás la mano por debajo de la mesa y me mirarás de reojo con tu sonrisa de niño malo. Y yo y mi cuerpo de plastilina sin alma ni conciencia nos derretiremos como el hielo con una sonrisa de adolescente enamorada.


Creo que voy a elegir qué me pongo esta noche para salir a cenar. Puede que la semana que viene tenga más fuerzas y consiga acabar la carta 66.

31 marzo 2009

Caza mayor

Con el primer vistazo me dio la sensación de aquello era una cueva, no una casa. Recuerdo el negro de los escalones, de las paredes y de las tejas. Recuerdo el negro de la tapia, las macetas y las rejas de las ventanas. Cuando se abrió la puerta y vi las paredes teñidas de rojo por el fuego de la chimenea tuve la sensación de que la cueva se había convertido en la boca de algún tipo de fiera salvaje. Entonces vi tus ojos mirándome fijamente desde el sillón, negro como no. Me sonreíste con un gesto amable, pero tus dientes también tenían ese tono rojo de la chimenea y por un momento me pareció que pensabas devorarme en cuanto cerrara la puerta.

Pero ya soy un hombre adulto y no dejo que mi mente me juegue malas pasadas, así que entré con paso firme y cerré la puerta. Dejé el maletín junto al aparador que está junto a la puerta y me acerqué a ti. Me fijé en la enorme manta que llevabas sobre los hombros y la imagen del lobo del cuento me vino a la cabeza. Pero como ya soy un hombre adulto seguí andando y te tendí la mano para presentarme. Poco después la cabeza ya me daba vueltas sofocada por el calor de la chimenea, el negro de la casa, el rojo de la habitación, la fuerza de tus manos, el rojo de tus dientes,…

Hace semanas que ya no me duele nada, claro que apenas me queda ya nada que me pueda doler. Mientras miro tus otros trofeos colgando de la pared del dormitorio te oigo entrando y saliendo cargando leña para la chimenea, y ayer oí tu voz por primera vez en un año. Llamabas por teléfono al nuevo médico: “creo que estoy incubando algo”, exactamente lo mismo que me contaste a mí. Supongo que ya tienes todo preparado para recibir a tu presa de este invierno, y si va venir mañana supongo que eso quiere decir que menos de 24 horas es el tiempo que me queda. No es mucho, pero ya no importa. Después de tanto tiempo esperando tengo ganas de descubrir cómo queda mi cabeza en el hueco de la pared que me tienes reservado, ya sabes, junto a los fontaneros, aunque sinceramente creo que mi cara de niño bueno quedaría mejor junto a los profesores de secundaria.

12 marzo 2009

Nuestro árbol


He tardado más de lo que esperaba, pero ya no importa, ahora ya estoy aquí contigo. Por fin volvemos a encontrarnos bajo nuestro árbol, ese en el que no gravé tu nombre y tampoco gravaré el mío para que pueda seguir siendo siempre nuestro secreto. Ahora me tumbaré en la tierra húmeda y fría, te colocaré con cuidado sobre mí, pondré tu cabeza en mi regazo como solíamos hacer entonces, cuando mirábamos juntos cómo resaltaba el verde de las hojas sobre el fondo azul del cielo, cerraré los ojos y me quedare quieto, muy quieto.

Apenas me puedo creer que por fin estemos juntos de nuevo, y esta vez, te lo juro, será para siempre. Desde aquí veremos al resto de los mortales deambular de un lado para otro, pero no temeremos que quieran separarnos otra vez, porque para ellos nuestros brazos se confundirán con las raíces de nuestro árbol y nuestros cuerpos no serán más que parte de la tierra que pisan. Ni siquiera los ángeles de ahí arriba ni los demonios de ahí abajo podrán encontrarnos.

Y vendrán los años, uno tras otro, y nosotros seguiremos exactamente igual que ahora, juntos y abrazados.

06 marzo 2009

Oferta de empleado

De repente una mañana se le encendió la bombilla. Sin pensárselo dos veces lo apuntó todo cuidadosamente en un folio algo amarillento, se vistió con lo mejor que tenía, cogió algo de calderilla y enfiló el paseo hasta las oficinas del periódico de mayor tirada.

El hombre del mostrador le miró con un aire de desconfianza y desconcierto, pero se debió morder la lengua porque no hizo ninguna pregunta y se limitó a tomar nota y cobrar el montante correspondiente. Ese mismo domingo, en la columna central de la primera página de la sección de clasificados leyó con orgullo su anuncio:


Hombre de mediana edad, serio, responsable y con gran número de amistades, se ofrece para ser sobornado por cualquier empresa de ámbito público o privado que pueda requerir de sus servicios. Tarifas y forma de pago negociables.

Ya estaba hecho. Se sentó en su butaca marrón delante del televisor y esperó a que sonara el teléfono. Antes de que en el programa de cocina terminaran de guisar la dorada ya tenía dos reuniones de lo más "discretas" concretadas para el día siguiente.

11 febrero 2009

Los bicivoladores

Señoras y señores, hoy he sufrido mi primer atropello chispas y puedo decir que he sobrevivido para contarlo.

Yo suelo montar en bici muy a menudo, unas tres o cuatro veces al año, y mira por donde, hoy era uno de esos días. Iba tan feliz por la acera cuando un coche gris metalizado ha salido de la nada, yo he volado unos segundos y finalmente he aterrizado en el suelo. Acto seguido dos policías me han levantado en volandas (debían ser la primera hornada de policías del Precrimen tipo Minority Report o no me explico la velocidad a la que han aparecido) y me han hecho un examen de pies a cabeza en cuestión de segundos.

Unos cuantos golpes y un susto mortal, ese ha sido el balance final del accidente. ¿Milagro? Pues no, una que, por lo visto, lleva un Beatrix Kiddo dentro (y que conste que no lo digo yo, sino los policías del futuro que me han socorrido). Mientras en mi cabeza mi versión del accidente era la de un cuerpo lacio y descompuesto volando descontrolado de la bici al parachoques del coche, y de ahí al suelo, según los agentes de la ley la realidad ha sido muy diferente.

Por lo visto, en un alarde de sangre fría y reflejos milimétricos, justo antes del impacto he arrojado la bici hacia mi derecha para salvarla del impacto (es que es de esas de alquiler y se ve que mi subconsciente no quería arriesgarse a tener que pagar una multa por desperfectos en los tiempos que corren) mientras que yo misma me he lanzado a mí misma hacia la izquierda, directamente sobre el capó del coche, minimizando casi por completo el golpe.


Lástima que después de tal proeza me haya relajado, lo que ha supuesto caer a peso mierda desde el coche al suelo y ahora esté en la oficina con la pierna en alto y el pedal de la bici tatuado en granate obispo a la altura de la espinilla.

Imagen Manuel Arribas - http://www.manuelarribas.blogspot.com

03 febrero 2009

Pegas de hacer planes a corto plazo

El televisor llevaba cuatro días apagado, exactamente el mismo tiempo que llevaba encendida la lámpara de la mesilla. La nevera había quedado mal cerrada y se había formado un pequeño charco con el agua que goteaba de la puerta. En el salón estaba él, sentado en el sillón, mirando aquella carta color sepia con la misma cara que tenía cuando la abrió cuatro días atrás.

"Ve al médico, al fin y al cabo no pierdes nada" ¿Porqué demonios le había hecho caso? ¿Y qué se suponía que tenía que hacer ahora? ¿Qué había de sus planes, de su forma de vida? ¿Acaso se suponía que tenía que renunciar a todo? No era justo, ahora ya no.

Se levantó y sintió los codos y las rodillas doloridas, probablemente de estar tanto tiempo inmóvil, pensó. Apagó la lámpara de la mesilla, fue a la cocina, cerró bien la nevera sin darse cuenta del charco del suelo, y leyó una vez más aquellas líneas. Al terminar sacó el cubo de la basura e hizo pedacitos la carta de la clínica tomándose su tiempo. Al fin y al cabo ahora que, al parecer, estaba completamente sano, tenía todo el del mundo.

15 enero 2009

Desesperados anónimos

Bien señores, supongo que se preguntarán qué hacen todos aquí. Pues bien, si me he tomado tantas molestias en localizarlos a todos y reunirlos aquí es porque necesito saber quién de ustedes ha sido el que me ha mirado mal. Les ruego que no se tomen esto como una ofensa, que yo no tengo, ni he tenido jamás, nada en contra de los tuertos. Pero el caso es que últimamente todo me sale mal y esto es lo único que me queda por hacer para intentar salvar mi situación.

He de aclararles que nunca he sido especialmente supersticioso, por lo que en un principio asocié mi mala suerte precisamente a eso, a la suerte o la casualidad, como prefieran llamarlo. Pero he llegado a un punto en que tanta maldita casualidad se sale de toda norma estadística, así que no me ha quedado más remedio que tener en cuenta otras posibilidades, por así decirlo. Sin entrar en detalles tontos que ahora no vienen a cuento, les diré que ya he podido descartar de entre tales posibilidades la magia negra, el vudú y el mal fario. También me he asegurado de no haber roto ningún espejo, no haber pasado por debajo de ninguna escalera, no haber brindado con agua, no haberme cruzado con ningún gato negro, no haber abierto ningún paraguas en casa, y un largo etcétera, por lo que ya sólo me queda por descartar aquello de que me haya mirado mal un tuerto, que nunca he sabido muy bien qué quiere decir, pero que es algo que mi abuela siempre mencionaba.

Así que, por favor, si alguno entre ustedes, por el motivo que sea, alguna vez me ha mirado mal, le rogaría, por favor, que me lo hiciera saber para ver si así podemos encontrar una solución satisfactoria para los dos. Y si hay alguna forma de solucionar esto sin que el culpable se delate, no sé, mirándome bien en lugar de mal, o lo que sea, también me parece una buena opción, que esto no es revanchismo señores míos, sino simple desesperación.

12 enero 2009

Simplificando

Ayer me dio una especie de siroco y teñí todos los vestidos de negro, las camisetas de verde, los pantalones de rojo y mis tres pares de zapatillas de blanco nuclear.
No tengo ni idea de porqué lo hice, pero esta mañana decidir lo que me iba a poner ha sido gratamente sencillo.