16 diciembre 2008

Mis pies aún te hechan de menos

Hoy he estado pensando en ella como hacía antes. Me he plantado en mitad del pasillo descalzo y me he pasado media hora andando muy despacio por cada habitación. A ella le encantaba andar descalza por la casa. Decía que le gustaba sentir el calor de la madera del salón, cómo el frío de las baldosas del baño le ponía la carne de gallina y las cosquillas que le hacía la alfombra del dormitorio.

A mí, la verdad, no me gusta nada eso de desnudarme de tobillos para abajo. Creo que tengo los pies demasiado secos para andar por la madera, demasiado fríos para soportar las baldosas del baño y demasiado sensibles para aguantar cosquillas de ningún tipo. Pero aún así ha estado bien. Me ha gustado pensar en ella e imaginármela en algún pasillo con unos enormes calcetines de lana como los míos.