04 junio 2008

Humo

La habitación estaba repleta de estanterías, mesas y mesillas, todas ellas repletas a su vez de pañuelos, figuritas, y muchas, muchas varillas de incienso. La bruja abrió sus manos y dejó que los huesecillos se esparcieran por el tapete. Miró de reojo a la joven para ver su cara de aprensión al escuchar aquel desagradable tintineo.
- Mmmmm. Aquí veo algo raro, dudas, y las dudas nunca son buenas querida. ¿Tienes pareja?
- Sí, pero eso no me preocupa, es por el trabajo por.....
- Pues debería preocuparte querida, ya lo creo que debería. ¿Estás casada?
- No, de momento no hemos pensado en eso porque yo no tengo trabajo y por eso...
- Mejor, mucho mejor.
La cosa funcionaba. Estaba terriblemente débil porque hacía ya una semana que tenía la consulta vacía, pero aquella pobre desgraciada iba a compensar tantas horas de ayuno. Se dispuso a disfrutar del festín.

- ¿Es que ve algo de mi novio ahí aunque no haya preguntado por él?
- Verás, normalmente me concentro para no ver más allá de lo que me preguntan. Pero a veces, sólo a veces, las señales son tan claras que no puedo evitarlas. De todas formas si quieres podemos centrarnos en aquello que tú prefieras y olvidarnos de lo demás.
Había puesto su mano sobre la de la joven como si quisiera mostrarse cercana y comprensiva, pero lo único que quería era sentir como empezaba a temblar, cómo los nervios habían comenzado a escalar de los pies a la cabeza.

- Bueno no sé, si usted cree que es importante tal vez debería decírmelo. Si Miguel necesita ayuda, está en apuros o algo así, tal vez es mejor que lo sepa.
- Por supuesto cielo, pero lo que te voy a decir no es una advertencia para tu novio, sino para ti. Verás, yo siempre digo que veo vuestro futuro precisamente para que podáis cambiar aquello que no os guste, por eso creo que es importante hacer caso de las señales de las que te he hablado.
Estaba hecho. La bruja sintió que el momento que tanto ansiaba estaba apunto de llegar. Sintió como la inocencia de aquella extraña se evaporaba mezclándose con los inciensos para satisfacer así sus pulmones, ávidos de aquel mágico alimento.

- Verás, como te he dicho veo dudas, dudas que engendran mentiras y engaños. No es que Miguel quiera engañarte o lo haya hecho ya pero...
- ¿Cómo sabe su nombre? ¿Lo ha visto en esos... en esas... cosas?
No fallaba. A estas alturas de la conversación estaban tan nerviosas que ya no sabían qué habían dicho en voz alta y qué habían callado. La bruja siguió inspirando profundamente la mezcla de incienso, inocencia y estupor, saboreando cada bocanada, pero con cautela para no descubrirse. Pronto el aire se llenaría también de miedo y angustia, ya casi podía sentirlos haciéndole cosquillas en la punta de la nariz, pero antes había que terminar el trabajo.

- Estos huesos me lo muestran todo. Como te decía, la cabeza de Miguel está llena de miles de cosas, y sin embargo no llego a ver tu rostro entre esas cosas. Es como si tú hubieras entrado a formar parte del día a día, no sé si me entiendes. No es que no te quiera, sino que ya no eres algo especial y único, y eso a la larga puede ser un gran problema, porque todos necesitamos a alguien especial y único.
- Entonces no me ha engañado ¿no? Quiero decir ¿no hay nadie más?
- Aún no querida, pero créeme, lo habrá.
Volvió a cogerle las manos con suavidad, cerrando los ojos y tomando otra gran bocanada de aire. La joven estaba confusa, temblaba de rabia, exudaba ansiedad y, aún así, aquella tonta era capaz de devolverle con ternura la caricia en las manos, como el pobre paciente que se compadece del médico que acaba de pasar el mal trago de decirle que se va a morir.

Tal era el apetito de la bruja que ni tan siquiera le cobró. Se apresuró a despedirla y, una vez a solas, se quitó los pañuelos, los pendientes, los collares de cuentas y las pulseras. Se desnudó y, como una vieja boa que digiere su presa tumbada al sol, se dejó caer en su sillón inspirando profunda y pausadamente. Pasó horas respirando aquel humo denso sin cuidado ni cautela segura de que tenía el alimento asegurado por una buena temporada y se durmió profundamente a la espera de que el timbre volviera a sonar.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

qué miedo... uf! y mientras lo leía, una urraca graznaba en mi ventana... Tienes un don para este tipo de relatos misteriosos, intrigantes en los que no hay sangre pero sí visceras.
Ah! y mi gato agradece el homenaje ;)

Timone

English Little Pills dijo...

Se agradece el pcomentario, y sobre todo el piropo. Por cierto, no se si te has dado cuenta de que este relato no tiene imagen, y no se, tal vez tú podrías aportar algo de ese don tuyo...

Dale una golosina a Humo de mi parte.

Anónimo dijo...

Muy original, nunca imaginé que el dinero fuera lo que menos buscaba...

Anónimo dijo...

Pues ahora no caigo si tengo algún dibujillo apropiado, ya miraré. Pero vamos que de ser don, es Don Vago.
Sigo sin producir, pero una buena noticia, tengo un pedazo fotógrafo para mis cuadros y las ilustraciones de tu futuro libro... y ya hemos empezado!

Timone

Anónimo dijo...

Mal dia para leer relatos intrigantes. Perdóname pero no me he enterado de nada (quizas por los efectos del alcohol consumido ayer)