13 mayo 2008

Dos voces, dos caras, una muerte.

Su físico era tan imponente como hubiera podido desear. Tenía una abundante cabellera negra que brillaba incluso cuando no la embadurnaba con cera, las espesas cejas dejaban sus diminutos ojos escondidos tras una permanente oscuridad, los prominentes pómulos resaltaban la palidez de su piel y su fina boca lucía siempre un gesto torcido, como de asco. Tales rasgos, unidos a su enorme cuerpo una cabeza más alto que la media, eran su mejor cualidad, y él lo sabía. Había algo sin embargo que le impedía hacer su trabajo como debía: su voz. Ésta tenía un tono cálido y suave que le era imposible disimular, y el timbre no era ni mucho menos el trueno que cabría esperar, sino que era fino como el de un eterno adolescente y se hacía casi femenino cuando perdía los nervios. Muy a su pesar cada día salía de casa y llevaba a cabo su labor de forma discreta y silenciosa, sabiendo que el resto del mundo simplemente le ignoraba. Todos miraban hacia otro lado simulando que no existía.

Una noche como otra cualquiera tuvo que salir para recoger una mujer a los pies de la catedral, una pobre desgraciada que se había arrojado al vacío tras las campanadas de media noche. Al llegar encontró a una joven que no tendría más de dieciocho años, increíblemente hermosa a pesar del estado en el que su cuerpo había quedado tras el mortal impacto. Intrigado por los motivos que la habían llevado a tomar tan dramática decisión, se saltó todas las normas que le impedían entablar relación alguna con sus almas.

-
Soy tan hermosa como hubiera podido desear, pero ninguna mujer me quiere como amiga y ningún hombre se casará conmigo. Cada vez que abro la boca todos se escandalizan, se ríen y hacen burlas. Me han acusado incluso de brujería y de estar poseía por el diablo. Ningún hombre querrá a una mujer con una voz más grave que la suya.
- Ven conmigo, sígueme y no tendrás que preocuparte más por tu voz. Si me obedeces podrás incluso, si así lo deseas, vengarte de todos aquellos lo que te hicieron padecer tales sufrimientos - La joven, hipnotizada por la cálida voz de aquel siniestro hombre y sus promesas de venganza, no necesitó ni un segundo para aceptar la propuesta.
- Deberás ser discreta. Nadie debe saber que existes y ninguna de las almas que recojamos deberá saber que somos dos. De ahora en adelante tú y yo somos la misma persona.
- Haré lo que me pidas, seré una voz en la sombra si lo deseas, o un rostro sin voz si es eso lo que quieres.

A partir de aquel momento ambos se convirtieron en la versión más temible de la muerte. Apenas habían pasado unos días cuando empezaron a correr rumores aterradores de una muerte con dos caras de la que era imposible escapar. Unos hablaban de una muerte bella de voz cálida y embriagadora a la que ningún hombre era capaz de resistirse, mientras otros hablaban de una muerte sombría de voz áspera y fría que hacía imposible cualquier intento de huida. La leyenda creció y el temor a aquella ambigua figura con dos caras alcanzó límites que nadie, ni tan siquiera la propia muerte, habría podido predecir. La superchería se convirtió en un negocio de lo más rentable, los sanadores florecían como setas en cada rincón e incluso los paganos rezaban cada noche a cualquier Dios que quisiera escucharles. Mientras, la muerte y su compañera reían en su cubil de la desgracia de aquellos estúpidos que sólo unos meses antes ignoraban sin respeto a la primera y se reían sin piedad de la segunda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

espléndido relato.