22 octubre 2008

La cosecha

Faustino y Eulalia llevaban años intentando hacer crecer algo en el pequeño huerto de detrás de casa, pero jamás habían logrado que creciera ni tan siquiera una mala hierba. El suelo estaba tan seco que parecía más arena de desierto que tierra de labranza, y el Sol calentaba con tan poca piedad que hasta las moscas caían desmayadas tras dos minutos de vuelo. Faustino llevaba su pena en silencio, y su mujer intentaba hacer lo propio, hasta que una noche no pudo soportarlo más y rompió a llorar. Tres días pasaron sin que el pobre Eustaquio pudiera apartar a Eulalia del huerto. Tres días en los que las lágrimas lo inundaron todo de tal forma que transformó el terreno en un auténtico barrizal de arenas movedizas. En cuanto Eulalia se hubo dormido agotada por el llanto Faustino tuvo una brillante idea. Con una sombra maliciosa en los ojos cogió las laves del camión y salió de casa tan sigiloso como pudo.

Debían ser al menos las siete de la tarde cuando a Eulalia la despertaron unas voces extrañas que parecían venir de la parte de atrás de la casa. Al salir al patio se le abrió tato la boca que a punto estuvo de perder la dentadura. No habría podido decir si lo que había ante sus ojos la aterraba o la hacía sentirse en la mujer más feliz del mundo. En su amado huerto, colocaditas en cuatro hileras y perfectamente alineadas, doce cabezas con gesto de asombro asomaban por encima de la tierra.

"Cariño, ¿pero qué has hecho?"
"Ya sé que no son como las lechugas que tanta ilusión te hacían, ni como esas tomateras del Pascual, pero aguantarán bien el clima si las cuidamos, la sequedad de la tierra no les afectará y no tendremos que volver a sembrarlas cada año"
"Pero esta gente debe tener familia, un sitio donde ir,… "
"Confía en mí Eulalia. Estaban solos en el mundo y ahora nos tendrán a nosotros. Cuidaremos de ellos y ya verás como cuando nos conozcan dejan de lamentarse
"

Dicho y hecho. A partir de aquel día Faustino y Eulalia se levantaron con el alba para poner a la sombra su huerto de cabezas y darles de beber. A media maña les limpiaban el sudor con mimo y las regaban con agua bien fresquita para que el calor no las marchitara. A medio día les servían un menú variado de hierro y vitaminas para que no enfermaran y se mantuvieran sanas y robustas. Al caer la tarde retiraban el sombrajo que habían colocado al amanecer para que los rayos indirectos del sol les dieran un aspecto más saludable y volvían a limpiarles el sudor si era necesario. Una vez que el sol caía llegaba el segundo turno de comer y, si refrescaba, las tapaban con unos gorros caseros que la propia Eulalia había confeccionado. Tal era el cuidado que dedicaban a su huerto que una vez al mes Eulalia recortaba con mimo los cabellos de sus cabezas como el que poda las flores más exquisitas de su jardín mientras Faustino limpiaba de insectos la tierra con la única ayuda de sus manos.

Yo que no sólo conozco esta historia, sino que las conozco todas, puedo decir que jamás hubo una pareja que cuidara con tanto celo y cariño su huerto, de igual forma que jamás hubo un grupo de personas enterradas vivas hasta la cabeza más feliz con los cuidados que les daban. Tanto fue así, que cuando encontraron a Faustino y Eulalia tendidos en la cama ambos tenían una sonrisa de oreja a oreja que permaneció en su sitio incluso después de que les llamaran locos y psicópatas en todas las televisiones del mundo. Y no sólo eso, sino que, ante el estupor general, cuando intentaron sacar las cabezas de sus agujeros todas se negaron en redondo y prefirieron marchitarse en aquel lugar donde tanto les habían mimado antes que ser salvadas y arrojadas de vuelta a un mundo en el que nunca se habían sentido especiales para nadie.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya te echabamos de menos! Joder, esta historia si que da miedo.

Me

English Little Pills dijo...

Ya ves, un par de semanas de esas que es mejor olvidar y cuando me siento a escribir esto es lo que me sale.
Además, a mí me parece muy tierna, algo siniestra, pero tierna en el fondo...

Anónimo dijo...

No sé qué decir... es genial. Has convertido una situación macabra en un cuento!!

Adrián Mariscal dijo...

Me pregunto còmo es que no les dio miedo?...jajaja, se necesitarà otro capìtulo del cuento para explicar còmo es que las 12 cabezas llegaron hasta ahì?, seràn produto de un crimen...seràn plantas con forma de cabeza o es que simplemente esas tierras usurpan la funciòn de la mujer como dadora de vida?...puede que exista una explicaciòn, pero quizà no sea necesaria, me gusta indagar en estas imagenes abstractas y elegir la mejor justificaciòn que quiera para mì.

orris dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
English Little Pills dijo...

Lúcida, como siempre, un placer que te haya gustado.

Adrián, aunque cuando escribo una historia antes he imaginado todos y cada uno de los detalles, prefiero dejar cosas "en el aire" por así decirlo, y que cada uno rellene como mejor le parezca la historia.